El Correo de Andalucía reproduce hoy, 28 de agosto, la
última entrevista que concedió Manolete
a un reportero de Radio Nacional de
España entonces desconocido llamado Matías
Prats en la plaza de El Chofre de
San Sebastián, el 16 de agosto de 1947.
Había sido contratado dos tardes y aquella tarde actuaba junto a Juan Belmonte y Luis Miguel Dominguín con unos toros de la ganadería de Villamarta. Era su corrida número 17 de
aquella temporada, interrumpida por la cogida en Madrid durante la corrida de
la Beneficencia justo un mes antes. La ganadería de Villamarta, que antes se había llamado “Marqués de Villamarta”, la había formado en 1914 Álvaro Dávila Agreda con reses de
diferentes ganaderías, procedentes de la casta Villahermosa. A la muerte de Álvaro Dávila en 1933, la ganadería
siguió hasta 1941, año en que se divide y el hierro pasa a su hijo, Álvaro Dávila Garvey, fallecido en
1972. Posteriormente, su familia vendió una parte a la sociedad Garcibravo, y otra parte loteada a las
familias Núñez, Tassara
y Guardiola, respectivamente. Hasta
el año 1996 en los carteles se siguió anunciando como "Garcibravo”, bajo la gerencia de Federico Molina Orta hasta su fallecimiento en el año 2000. Su hijo, Federico
Molina Montes es el actual responsable de la divisa. En la década de los 90 se
incorporaron reses de origen Villamarta por Manolo
González y de Manuel Álvarez. En
la actualidad, la ganadería no es muy
larga, alrededor de 150 vacas que pastan
en la finca Las Casitas junto al
embalse del Andévalo, en el término de Puebla de Guzmán. El diario sevillano cuenta: “El Monstruo
cordobés se vistió con un deslumbrante terno celeste y oro en el hotel María
Cristina. Había salido al ruedo envuelto en el preciosista capote de paseo
bordado con la imagen de la Virgen de los Dolores, la misma a la que rezó en su
capilla de la plaza de Capuchinos la última vez que pasó por Córdoba, el 14 de
julio del 47, después de torear en La Línea de la Concepción y antes de aquel
compromiso madrileño en el que derramó su sangre. Pero la función debía
continuar. En San Sebastián, cuaja al primero pero se atranca con el segundo. A
esas alturas, la presión del público y el peso de la púrpura comenzaban a
hacerse insoportables para el torero. Despachado el quinto, las protestas se
mezclan con las palmas. El rostro de Manolete delata su pesadumbre”. Señala Manolete a Matías Prats a pie de
callejón: “Me piden más de lo que puedo dar. Sólo he de decir que tengo muchas
ganas de que llegue el mes de octubre”. Y en San Sebastián se encontró por
última vez con su madre, Angustias
Sánchez, que pasaba unos días de veraneo. Le dio el último beso. No
volvería a verlo con vida. De los miles de telegramas que le enviaron a doña Angustias por la muerte de Manolete, hubo uno mandado por Churchill. Manolete le tenía un gran afecto, y por tal motivo le regaló la
cabeza disecada de un toro matado por él. Decía lo siguiente: “Señora: He sabido con gran pesar la trágica muerte de
su hijo en Linares, y deseo expresarle mis más profundas condolencias.
Me conmovió mucho recibir el noble
trofeo, fruto de la sublime destreza de su hijo en la arena, que me envió con
motivo de nuestra victoria en Europa. Quisiera añadir mi más sincero pésame a todos los tributos que ha
recibido. Sinceramente
suyo. Winston Churchill”.
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