lunes, 22 de mayo de 2023

La vida es, pues eso, la vida

 


Hace ahora cien años, Ortega, en su ensayo “La previsión del futuro”, dejó constancia, y así lo cito textualmente, de lo siguiente: “La vida no es un proceso intrínseco donde simplemente se adicionan contingencias. La vida es una serie de hechos regida por una ley. Cuando sembramos la simiente de un árbol prevemos todo el curso normal de su existencia. No podemos prever si el rayo vendrá o no a segarle con su alfanje de fuego colgado al flanco de la nube; pero sabemos que la simiente de cerezo no llevará forraje de chopo”. El conjunto de experiencias de nuestros antepasados nos ha hecho más cautos, aunque no más inteligentes. Cuando decimos que “el gato escaldado huye del agua fría” hacemos referencia a la mala experiencia de los gatos hasta llegar a esa definitiva conclusión. Pero el hombre es el único mamífero que no escarmienta. Pese al banco de experiencias positivas y negativas heredadas y que ha hecho suyas, sigue tropezando en la misma piedra una y otra vez sin valorar sus consecuencias. Así acontece que, como dice Ortega, “hay generaciones infieles a sí mismas. Que defraudan la intención histórica depositada en ellas. En lugar de acometer resueltamente la tarea que les ha sido prefijada, sordas a las urgentes apelaciones de su vocación, prefieren sestear alojadas en ideas, instituciones, placeres creados por las anteriores y que carecen de afinidad con su temperamento. (…) En España, es actual una de las generaciones desertoras”. Poco ha cambiado de de un siglo para acá. No hemos aprendido nada. La Guerra Civil ni los consiguientes cuarenta años de dictadura fueron capaces de domeñar nuestra manera de ser. Seguimos rindiendo culto al vasallaje y sentimos la necesidad de ser guiados de la mano por un adalid que nos señale nuestro destino, al que nos conformamos aunque termine en un precipicio. Y de esa guisa, los españoles, rojos y azules, mezclamos conversos, con posibilidad de redención, con inicuos, sin redención posible. Y de ese maldito cóctel ha salido un brebaje de difíciles tragaderas. Nos han dado el carné de demócratas, votamos cada cuatro años, pensamos que la corrupción y la prevaricación en política son el peaje para poder pasar el puente de lo inicuo (contrario a la equidad) a lo inocuo, aquello que no hace daño, Vivimos para vivir y somos conscientes de que hay vida ascendente y vida descendente, vida lograda y vida malograda. Hasta la bienaventuranza “los últimos serán los primeros” tiene un carácter biológico. Como bien aclara ese ilustre filósofo: “lo que el cristianismo prefiere a esta vida no es la existencia exánime, sino precisamente la otra vida, lo cual podrá ser todo lo ‘otra’ que se quiera, pero coincide con ‘ésta’ en lo principal: en ser vida”. La vida es, pues eso, la vida.

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