martes, 30 de mayo de 2023

Glosolalia

 

Cuenta la prensa que la consorte del Jefe del Estado, Letizia Ortiz “sorprende hablando ucraniano en un acto de la Cruz Roja”, con motivo de la entrega de la Medalla de Oro de esa institución a Nikola Polishchuk  en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid. Dicho así, pareciese que la consorte del rey tuviera el don de lenguas, esa facultad milagrosa concedida según la Biblia por el Espíritu Santo; o sea, la glosolalia pentecostal  que también decían poseer los encantadores de serpientes de los Apalaches. Parece ser que la consorte del rey se limitó a decir  laskavo prosymo do Ispaniyi”, que traducido quiere decir “bienvenido a España”. De eso a hablar en ucraniano va un abismo. Entender el idioma ucraniano es comprender en ese idioma “Puesta de sol” de Isaak Bábel o “Corazón de Perro” de Mijail Bulgákov, pero decir tres palabras de saludo no es tener glosolalia. Hasta servidor de ustedes se atrevería a decir tres palabras en ruso, mandarín, gallego o esperanto tras ensayar un poco frente al espejo, sin poseer don de lenguas y considerando que sólo sabe hablar en castellano y no muy bien. Si les digo la verdad, me costaría más trabajo aprender de memoria algunas estrofas de “Extremeñas”, de Gabriel y Galán, por ejemplo de “El Cristu benditu”, donde dice aquello de “Triste ya aginao / de la ermita me fui pa la vera; / solitaria y abierta la vide / y entrémi por ella. / Con el alma  llenita de jielis, / con el pecho jechito una breva/ y la cara  jaciendo pucheros/  lo mesmito que un niño de teta”. Porque decir “laskavo prosymo do Ispaniyi” es como decir eskerrikasco (muchas gracias) al camarero que te lleva al velador una caña de cerveza y éste te contesta: ez horregatik (no hay de qué). Pero aquellas frases lapidarias “ A relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor” , el “Madrid is fun” o la “romantic dinner in Madrid de los Austrias” , que dijo Ana Botella ante el COI en 2013  (durante la presentación de la candidatura madrileña a los Juegos Olímpicos de 2020 y que se marcharon a Tokio), todavía consiguen que se estén mondando de risa los redactores de “Time”. Cuando no se sabe  una lengua, lo más sensato es hablar en el idioma que uno conoce. Ya saben el aforismo: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Lo que no se debe es quedar como Cagancho en Almagro.

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