sábado, 20 de mayo de 2023

El gaitero ciego

En Diario de Cádiz he leído hoy un artículo de Eduardo Jordá, “La dulzaina”, que me ha parecido interesante. Comienza: “El otro día, cuando empezó a llover, un hombre salió a la calle y se puso a tocar una dulzaina. El caso es que eso ocurrió en mi barrio y estos días hemos estado hablando del hombre que tocaba la dulzaina. En primer lugar, porque casi nadie sabía cómo suena una dulzaina, ese pariente pobre del oboe que se toca en las fiestas y en las romerías populares de Castilla”. Me ha venido a la cabeza la historia de Emeterio Agudo Mantecón, nacido en Penagos el 3 de marzo de 1834, a quién todos conocían como Pulga, y sobre el que hace referencia J.M. Gutiérrez-Calderón en su libro “Santander fin de siglo”, con prólogo de Vicente de Pereda (Ediciones Literarias Montañesas.- Santander, 1935). Pulga quedó ciego a los doce años como consecuencia de una viruela. Se casó con Ignacia Ocejo, natural de Mazuga, en la pedanía de Liérganes, con el fin de que le sirviese de lazarillo. Se fueron a vivir a Penagos. Por aumentar sus pobres ingresos (solo eran dueños de una vaca) en los días de fiesta Emeterio tocaba la gaita y su mujer, la pandereta. Cada mozo le pagaba un real con derecho a bailar toda la tarde. También solía ir el matrimonia a Santander dos veces por semana. Cantaban por la calle y recogían algunas limosnas. Los días de labor, ambos cribaban mineral en una mina de Cabarga. Hasta que un día, el 1 de junio de 1882, ocupados en una mina de Liaño, un desprendimiento de tierras sepultó a Ignacia, matándola en el acto. Rondaba los cincuenta y cinco años. Tras la desgracia, Pulga tomo de lazarillo a Ángel Echevarría, que solo era acompañante y cobraba sin cantar. Aquella gaita de Emeterio, que más se asemejaba a una zanfoña que a cualquier otro instrumento musical, era una caja alargada de madera que contenía diversas cuerdas a las que hería una rueda interior al ser movida por una cigüeña de hierro, y tenía a un lado varias teclas que, al pulsarlas con la mano izquierda daba diferentes tañidos. Pulga iba, como decía, dos veces por semana a Santander, desde Penagos hasta Astillero y, allí, embarcaba en una “corconera” , que eran vaporcillos de chimeneas negras y amarillas que transportaban pasajeros entre Santander, El Puntal, Somo, Pedreña y El Astillero, y que pertenecían a una compañía, “La Corconera”, fundada en 1877 por Joaquín Bolado, Juan Gutiérrez Colomer y Felipe Sánchez Díaz. Disponía de sus propios embarcaderos de madera. Esos vaporcitos estuvieron en servicio hasta principios del siglo XX, cuando pasó a ser prestado por la empresa “Los Diez Hermanos”, que más tarde de separaron y fundaron  “Los Reginas”. Y así caminaba Emeterio de calle en calle solicitando socorro y cantando:

“Si quieres que vaya a verte,

echa a tu perro cadena,

que me ladra cuando voy

a visitarte, morena”.

Hasta que un día riñeron él y su lazarillo. Éste reclamaba a Emeterio dos cuartos que se negaba a pagarle. Lo dejó abandonado y Pulga fue recogido por un portero que le buscó una persona que le acompañase. El Pulga solía pasar ratos en una taberna situada en la cuesta del Hospital, donde tomaba junto a otros parroquianos un porrón de vino peleón que costaba veinte céntimos el cuartillo. Hasta que un día, esos colegas de tasca le gastaron una broma de mal gusto. Le dieron jabón a la rueda y las cuerdas del instrumento y dejó de sonar. Desapareció de Santander por unos días y, mientras, apareció por las calles un hombre apodado El Chato, que tocaba un cornetín estrepitosamente. Hasta que un día volvió Pulga por sus fueros. El Chato desapareció. El día 27 de febrero de 1893 se casó en la parroquia de Santa Lucía con María Presmanes, natural de Carriazo, viuda y con dos hijos. Pulga dejó Penagos definitivamente y se instaló en Santander, en la travesía de la calle de San Simón,17. Pero el 4 de octubre de 1901 a Pulga se le torcieron las cosas. Tocando en la fiesta de Soto-Iruz se le rompió la gaita. Su arreglo no fue posible. Dejó de interesar a los santanderinos. Se limitaba a pedir limosna. Murió en su casa el 5 de junio de 1909. Tenía 75 años.

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