En Diario
de Cádiz he leído hoy un artículo de Eduardo
Jordá, “La dulzaina”, que me ha
parecido interesante. Comienza: “El otro
día, cuando empezó a llover, un hombre salió a la calle y se puso a tocar una
dulzaina. El caso es que eso ocurrió en mi
barrio y estos días hemos estado hablando del hombre que tocaba la dulzaina. En
primer lugar, porque casi nadie sabía cómo suena una dulzaina, ese pariente
pobre del oboe que se toca en las fiestas y en las romerías populares de
Castilla”. Me ha
venido a la cabeza la historia de Emeterio
Agudo Mantecón, nacido en Penagos el 3 de marzo de 1834, a quién todos
conocían como Pulga, y sobre el que
hace referencia J.M. Gutiérrez-Calderón
en su libro “Santander fin de siglo”,
con prólogo de Vicente de Pereda (Ediciones
Literarias Montañesas.- Santander, 1935). Pulga quedó ciego a los doce años
como consecuencia de una viruela. Se casó con Ignacia Ocejo, natural de Mazuga, en la pedanía de Liérganes, con
el fin de que le sirviese de lazarillo. Se fueron a vivir a Penagos. Por
aumentar sus pobres ingresos (solo eran dueños de una vaca) en los días de
fiesta Emeterio tocaba la gaita y su mujer, la pandereta. Cada mozo le pagaba
un real con derecho a bailar toda la tarde. También solía ir el matrimonia a
Santander dos veces por semana. Cantaban por la calle y recogían algunas
limosnas. Los días de labor, ambos cribaban mineral en una mina de Cabarga. Hasta
que un día, el 1 de junio de 1882, ocupados en una mina de Liaño, un desprendimiento
de tierras sepultó a Ignacia, matándola en el acto. Rondaba los cincuenta y
cinco años. Tras la desgracia, Pulga tomo de lazarillo a Ángel Echevarría, que solo era acompañante y cobraba sin cantar. Aquella
gaita de Emeterio, que más se asemejaba a una zanfoña que a cualquier otro
instrumento musical, era una caja alargada de madera que contenía diversas
cuerdas a las que hería una rueda interior al ser movida por una cigüeña de
hierro, y tenía a un lado varias teclas que, al pulsarlas con la mano izquierda
daba diferentes tañidos. Pulga iba, como decía, dos veces por semana a
Santander, desde Penagos hasta Astillero y, allí, embarcaba en una “corconera” , que eran vaporcillos de
chimeneas negras y amarillas que transportaban pasajeros entre Santander, El
Puntal, Somo, Pedreña y El Astillero, y que pertenecían a una compañía, “La Corconera”, fundada en 1877 por Joaquín Bolado, Juan Gutiérrez Colomer y Felipe
Sánchez Díaz. Disponía de sus propios embarcaderos de madera. Esos
vaporcitos estuvieron en servicio hasta principios del siglo XX, cuando pasó a
ser prestado por la empresa “Los Diez Hermanos”,
que más tarde de separaron y fundaron “Los Reginas”. Y así caminaba Emeterio
de calle en calle solicitando socorro y cantando:
“Si
quieres que vaya a verte,
echa
a tu perro cadena,
que
me ladra cuando voy
a
visitarte, morena”.
Hasta
que un día riñeron él y su lazarillo. Éste reclamaba a Emeterio dos cuartos que
se negaba a pagarle. Lo dejó abandonado y Pulga fue recogido por un portero que
le buscó una persona que le acompañase. El Pulga solía pasar ratos en una
taberna situada en la cuesta del Hospital, donde tomaba junto a otros
parroquianos un porrón de vino peleón que costaba veinte céntimos el cuartillo.
Hasta que un día, esos colegas de tasca le gastaron una broma de mal gusto. Le
dieron jabón a la rueda y las cuerdas del instrumento y dejó de sonar.
Desapareció de Santander por unos días y, mientras, apareció por las calles un
hombre apodado El Chato, que tocaba
un cornetín estrepitosamente. Hasta que un día volvió Pulga por sus fueros. El
Chato desapareció. El día 27 de febrero de 1893 se casó en la parroquia de Santa Lucía con María Presmanes, natural de Carriazo, viuda y con dos hijos. Pulga
dejó Penagos definitivamente y se instaló en Santander, en la travesía de la
calle de San Simón,17. Pero el 4 de octubre de 1901 a Pulga se le torcieron las
cosas. Tocando en la fiesta de Soto-Iruz se le rompió la gaita. Su arreglo no
fue posible. Dejó de interesar a los santanderinos. Se limitaba a pedir
limosna. Murió en su casa el 5 de junio de 1909. Tenía 75 años.
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