viernes, 7 de julio de 2023

Rumor de caracola


 Aquellos que por una serie razones no podemos ir a la playa, nos conformamos con escuchar el rumor de una caracola marina. Su sonido es fluctuante y oceánico, tan  ligero como el chirrido de una gaviota de malecón, como proveniente de aquellos mares que devolvían a los indianos a su lugar de origen. Muchos llegaba a puerto con  sombrero ‘Panamá’ de paja toquilla, el más caro que se podía adquirir en “El Encanto”  de La Habana, (“Montecristi” o  “Fernández-Roche”), de los que existían cuatro modelos, traje de mil rayas, zapatillas blancas, un gran baúl con calcomanías del buque y un mono delgado en carnes y nervioso sobre los hombros. Ya lo dijo Castelao: “El gallego, antes que pedir, emigra”. Y, ya de regreso a España, se hacían casonas ostentosas y con muchos colorines, con jardines y palmeras, como todavía pueden verse en Lanestosa o en Carranza. También en la isla de La Palma. Mis dos abuelos (el materno, de Lanestosa y el paterno, de Infiesto) fueron emigrantes en Cuba. Uno de aquellos vapores  transportaba emigrantes a América. En 1919, el vapor  “Valbanera”, de la empresa Pinillos Izquierdo y Compañía (escrito con una falta de ortografía en los astilleros ingleses de Glasgow en 1916, escribiendo con “b” la segunda “v”,  cuando la Virgen de la Valvanera era muy venerada en La Rioja, patria chica de Pinillos) al mando del capitán Ramón Martín Cordero hacía el trayecto entre Canarias y Cuba y Puerto Rico. Era un buque de vapor de ciento veintidós metros de eslora, provisto de camarotes de primera, segunda y tercera clase; los emigrantes pobres se hacinaban en bodegas, entre cubiertas, pasillos etc., sin ninguna intimidad. Tenía unas potentes calderas que proporcionaban una velocidad de crucero de doce nudos. El 9 de agosto de aquel año zarpó de Barcelona con tejidos pero sin pasaje. Dos días más tarde llegó a Valencia, donde subieron 121 viajeros. El día 13 llegó a Málaga, donde descendieron un matrimonio y una señora, embarcando 34 pasajeros y cargaron vinos, aceitunas, frutos secos y 34 pasajeros. Ese mismo día zarpó con rumbo a Cádiz. Allí subieron 521 pasajeros. El vapor puso rumbo al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, donde embarcaron bastantes personas. El día 21 fondeó en Santa Cruz de la Palma, recogiendo a 106 pasajeros. En el trayecto a América, ya con 1482 pasajeros y una tripulación de 88 marineros- En el trayecto se incrementó su número, ya que Agustina Ramírez, de Telde, se puso de parto y tuvo un niño que no llegó a pisar Cuba.  El “Valbanera”, al levar anclas en La Palma perdió el ancha de estribor que se quedó en el mar. Tras 10 días de navegación llegó a San Juan de Puerto Rico. Era el 1 de septiembre. Se hicieron a la mar y el día 5 divisaron el Morro de Santiago de Cuba. Allí desembargaron 742 pasajeros que iban a La Habana. Cuando el barco partió para La Habana había en su interior 488 pasajeros. Pero el mar se encrespó por la noche. El capitán mandó un mensaje a la Estación Radiográfica de La Habana donde ponía: “Llegaré a La Habana el 10”. Ya divisando el Castillo del Morro de La Habana no logró entrar en la bahía al no encontrar práctico de ayuda en el atraque. El barco se zarandeaba por el viento huracanado y el oleaje. El 12 de septiembre los armadores no tenían noticias del barco. Varios cañoneros cubanos lo buscaron  sin éxito. El día 19, un buque de la Armada estadounidense divisó el palo trinquete y la popa del buque. Estaba tumbado sobre estribor. En ese lugar  el mar solo tiene 12 metros de profundidad con pleamar y 6 con bajamar. Parece ser que al barco se le averiaron el timón y la radio, no pudiendo enviar un SOS y terminando por chocar contra unos arrecifes cerca de La Florida. Se repetía la tragedia del “Lucrecia”, ocurrida 83 años antes. El balance final fue de 488 personas muertas, la mayoría jóvenes canarios, y el barco fue sepultado  por un talud de arena. Ya en el viaje anterior, de regreso a España desde Cuba, en junio de 1919, sucedió un suceso trágico. La gran demanda de plazas hizo que la avaricia se impusiera y sobrecargaron el buque con cuatrocientas personas más de las permitidas. El hacinamiento en la sobrecubierta  a la intemperie y las malas condiciones meteorológicas que acompañaron la travesía, produjeron una treintena de muertes a bordo, y sin otra opción, los cadáveres de los fallecidos fueron arrojados al mar por falta de sistemas de conservación. También se contaba que la mal llamada “gripe española”,  detectada en Estados Unidos, la trajo el “Valbanera” a España y, por contagio, al resto de Europa y del mundo. Se sabe que el capitán del barco fue cesado y sustituido por Manuel Martín, otro capitán gafado. A día de hoy todavía puede verse el pecio emergente.

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