miércoles, 26 de julio de 2023

La paradoja

 

Cuentan que hubo un partido de futbol, cuando el Alcoyano militaba en Tercera División, creo que fue en 1948, donde ese equipo perdía el partido por 13-0, y que a solo un minuto de terminar el encuentro todavía creían que la victoria era posible. Su enfado llegó cuando el árbitro lo finalizó en el minuto ochenta y nueve, no dándoles opción a poder remontar. Pues bien, lo sucedido en los comicios del pasado día 23 de julio me recuerdan aquella efeméride. Ganó el Partido Popular con una victoria pírrica, pero ganó y sus militantes se creyeron con derecho  de que Núñez Feijóo formase gobierno. Había que echar números.  Lo malo llegó cuando descubrieron que con sus 136 diputado electos, más los 33 de VOX, más 1 de CCA y 1 de UPN no le salían los 176 diputados necesarios para lograr mayoría absoluta.  Pero aún así, Núñez Feijóo, con más valor que el alcoyano,  salió al balcón de la calle Génova para contar el “cuento de la lechera” a una militancia decepcionada pero que, a pesar de ello, permanecía fiel a su partido aireando banderolas y gritando “¡Ayuso! ¡Ayuso!”. Núñez Feijóo hacía oídos sordos y  seguía con su perorata infumable junto a un corifeo de camisas blancas que desde el mismo balcón le enaltecían con la boca pequeña. En la calle Ferraz había más euforia pese a que el  PSOE había ganado en el camino solo dos escaños y tampoco tenía opción a gobernar salvo que consiguiera llevarse a Junts per Catalunya a su terreno. La clave la tenía Carles Puigdemont, el hombre sobre el que la Fiscalía instaba al juez Llarena que cursase una nueva orden de detención Internacional y euroórdenes en su contra y pudiese ser detenido por sus procesos en rebeldía y la presunta malversación de fondos. La orden de arresto en España nunca dejó de estar en vigor. Solo le podría salvar un indulto. Resulta ahora paradójico que los Tribunales de Justicia pretendan detenerle y meterle en la cárcel y el Gobierno en funciones le necesite como agua de mayo para que Junts per Catalunya apoye la investidura de Sánchez en primera votación, o se abstenga en la segunda, para que pueda seguir gobernando. De enrocarse ese partido catalán separatista y mantener su negativa, no quedaría otra opción que convocar nuevos comicios. En nuestro sistema parlamentario no llega al poder el partido que gana las elecciones generales solo por el hecho de haberlas ganado, sino aquel que tiene capacidad de aunar fuerzas con otros para conseguir la mayoría parlamentaria. Las peculiaridades de nuestro sistema parlamentario explican esa paradoja. No cabe duda de que el Rey, tras escuchar a los representantes de todos los partidos, pedirá formar gobierno al candidato que tenga más posibilidades de alzarse con el triunfo.

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