sábado, 15 de julio de 2023

Abrazando al gallo

 A mi entender, que venga Juan Carlos de Borbón a España no me parece que sea noticia de interés para casi nadie. Puede ir Galicia o a donde le venga en gana. Lo que sí interesa a los españoles, y mucho, es cuánto nos cuesta cada viaje en términos de seguridad. El diario El País va más lejos y cuenta que “prepara su regreso a España  definitivamente si gana Núñez Feijóo”,  El Debate señala que “su regreso definitivo no es posible, de momento, porque se le impide residir en la Zarzuela”, y en  El Nacional, se informa de que el motivo de querer quedarse en España es  ”por cuestiones de salud”. Dan igual los motivos que le lleven al Emérito a tomar esa decisión. España es un Reino pero la vida de los españoles no debe estar condicionada a la forma de Estado adoptada en la Constitución del 78 y ni a los avatares de alguien que, como aquel coronel de García Márquez, esperaba el pago de una pensión prometida que nunca llegaba y que jamás se separaba de su gallo de pelea, lo único que le quedaba de valor. El rey emérito espera en Abu Dabi a que algún día los españoles le reconozcan su papel durante la Transición y se olviden de aquello que le llevó a su abdicación el 19 de junio de 2014 en un austero acto en el Palacio Real por su “conducta no ejemplar”. Pero ¿dónde están hoy los juancarlistas? La respuesta, si acaso, solo puede encontrarse en el murmullo del fondo de una caracola marina llena de interferencias, como aquella “Radio Pirenaica” donde se achuchaba a Franco. Los juancarlistas se disiparon como el agua en un charco. La gente está en otras cosas. Todos saben, al contrario de lo que creía Ramón, y así lo expresó en una greguería, que las estrellas de mar nunca volverán al cielo.

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