sábado, 8 de julio de 2023

Una cuestión de principios

 

Señalaba Carlos Maribona en el diario ABC (06/08/2018), en su artículo “La aborrecible moda de las mesas sin mantel”, lo siguiente: “Creo que se aprovecha una moda para ahorrar en mantelerías y, sobre todo, en lavandería. Un argumento económico que tendría sentido si no ocultara una práctica poco higiénica. Los cubiertos y el pan colocados directamente sobre una superficie que no sabemos cómo ha sido limpiada, si tenemos en cuenta que la carga de bacterias en una mesa sin mantel es 37 veces mayor”. Personalmente prefiero las mesas vestidas con mantel blanco. Más tarde se lava y se plancha. Así de sencillo. Lo que parece de recibo es lo que ocurre en ciertos restaurantes, donde colocan un plástico encima del mantel. Y peor aún, cuando ese mantel es frotado por un camarero con un trapo mojado sin molestarse después en secarlo. Son malas prácticas que no debemos tolerar. Tampoco, que en esa mesa no se hayan sabido colocar los cubiertos de forma correcta, o que sobre el plato se coloquen servilletas en forma de torre y anudadas con mil filigranas o en forma de conejito, algo que he visto con demasiada frecuencia en restaurantes de carreteras secundarias próximas a pueblos. En hostelería son importantes los “ritos”, como sucede en los templos o en el toreo. Hay que servir por la izquierda y recoger por la derecha, colocar palas de pescado si es menester, dando por hecho de que el comensal es conocedor de que el tenedor se toma con la mano izquierda y la pala con la derecha, salvo que el pescado llegue limpio de espinas. Entonces solo se utilizará el tenedor, tanto para  comer como para trocear. Las copas deberán ser incoloras, transparentes, de un vidrio de poco espesor y no demasiado amplias. Ahora está de moda el uso de copas enormes, dicen los entendidos que son así para poder mover el vino después de olerlo. Pamplinas. Tampoco veo necesario servir el vino blanco en copa de color verde. Se me antoja una cursilada que solo magnifican los horteras. De acuerdo que las botellas son verde oscuro, pero el motivo no es otro que el de proteger el vino de la luz. Por otro lado, el “rito” de la colocación de los cubiertos es sencillo: el cuchillo se colocará a la derecha del plato, con el filo hacia dentro. A su derecha, la cuchara con concavidad hacia arriba. En el otro lado, a la izquierda del plato, se colocará el tenedor, con las puntas hacia arriba. La servilleta se colocará a la derecha del plato, durante la comida se pondrá en el regazo y al terminar de comer se deberá dejar ligeramente arrugada a la derecha del plato. Su misión no es la de frotarse los labios con ella sino para dar leves toques. Tampoco se debe atar la servilleta al cuello como si se tuviese temor a poderse manchar el traje con la salsa de los caracoles. Eso solo se podía ver en las viñetas del “TBO”  o de “Pulgarcito”  hace sesenta años. Hoy existen restaurantes nada baratos donde las mesas carecen de mantel,  donde el camarero no sabe servir, donde en el menú no se contiene la obligación de incluir el IVA, donde el pescado carece de trazabilidad (ahí casi siempre te la pegan), donde te cobran por el uso de unos cubiertos de Ikea, donde intentan hablar de lo que sea sin que nadie les pregunte, y donde el camarero sin afeitar y con camisa negra, porque el negro lo aguanta todo, se permite tutearte como si te conociese de toda la vida. Son lugares donde no se debe traspasar la puerta.

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