domingo, 30 de julio de 2023

Sobre la educación

 

Hoy domingo, a mejor cosa que hacer, he vuelto a leer un artículo que apareció en El País el 30 de marzo de 2010, que recorté y guardé. Bajo el título de “El arte de no molestar”, J. Ernesto Ayala-Dip comenzaba haciendo referencia a otro trabajo anterior, de Soledad Puértolas, donde ésta hacía referencia a la artista vanguardista suiza Sophie Taeuber-Arp a la consideraba como “persona silenciosa y discreta”, y que a J. Ernesto Ayala-Dip le recordaba al doctor Chillip en “David Copperfield”, que atravesaba las puertas de costado para ocupar menos espacio y evitar poder chocar con alguien. El autor del artículo pone ejemplos de falta de respeto: “El vecino que pone la radio a todo volumen. El individuo que intenta colarse en la fila del supermercado. El compañero de asiento del AVE que no para de desgranarnos su vida privada y profesional por su teléfono móvil. El lenguaje soez de algunos famosillos en las tertulias televisivas. El alumno que no atina a valorar las enseñanzas de sus profesores. Los improperios chulescos de algunos comunicadores de radio. Las preguntas inoportunas. La información que no nos sirve para nada. El que come palomitas en el cine. El que se ríe durante una película cuando no corresponde hacerlo. (También está el que no se ríe cuando toca, pero eso ya depende de cómo gestiona cada uno su sentido del humor, aunque, de todos modos, también molesta). La gente que no atiende cuando se le habla…”. La lista de maleducados sería interminable. Hay que huir de ellos por higiene mental, Pero de todo ello, lo peor es cuando alguien se encuentra a unos conocidos en lo alto de una escalera mecánica de un gran almacén, se para y se pone a hablar con ellos, sin considerar que la cinta sigue moviendo y trasladando de una planta a otra a los clientes. Al llegar arriba, al cliente no le queda otra que empujar al corrillo taponador para poder salir. Eso no suele ocurrir en las escaleras mecánicas del metro madrileño. El que sube, intenta ponerse pegado al lado derecho por si alguien con más prisa desea adelantarle por su izquierda, o el que no espera a penetrar en el interior de un vagón y lo hace cuando todos viajeros se apean. Son normas básicas de sentido común que no todo el mundo respeta. La educación sirve para no molestar, o sea.

 

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