Hubo oficios, por
fortuna ya extinguidos, que denigraban a la persona. Uno de ellos era el de
limbiabotas, otro el de maletero, que en los andenes de estaciones de ferrocarril se conocían como "mozos del exterior". Nadie debe agachar el lomo para limpiar
zapatos ajenos ni deslomarse portando maletas. Lo que aquí señalo viene a
cuento con el artículo “Oficios
desaparecidos”, de Antonio Burgos
en ABC. Compara Venecia con Sevilla,
ambas ciudades convertidas, según él, en verdaderos parques temáticos. "En
Venecia –señala- la totalidad de hoteles y alojamientos turísticos está en zona vedada
para los automóviles. De aquí (sic) que
se vean mozos de equipaje de los hoteles, que con una carretilla llevan las
maletas que traen los viajeros desde la estación del vaporeto (sic) más cercano al
hotel. Y también, claro, se oye en Venecia la música de la banda sonora del
turismo: el ruido de las maletas con ruedas arrastrando por las aceras. A
diferencia de Venecia, aquí en Sevilla solamente tenemos música de ruedas de
maletas. Con la de hoteles de cinco estrellas que hay en zonas peatonales donde
no pueden entrar los coches, no existe, que sepamos, un solo establecimiento
que, como antaño, tenga un maletero para transportar el equipaje a los huéspedes”.
En ese sentido, señala Burgos la cantidad de empleos que podrían crearse de
existir esos mozos de equipajes. Y hace una comparación de los mozos de
equipajes con los emigrantes que llegan a Huelva para recoger la fresa por no
haber españoles que quieran hacerlo, o
con el desaparecido oficio de limpiabotas por falta de vocaciones. Adorna el
final de su escrito de la siguiente manera: “Ahora parece infamante
arrodillarse a los pies de un cliente para lustrarle los zapatos, y no se dan
personajes como Don Antonio el Betunero
de la plaza de la Gavidia, famoso por sus discursos a lo Loco Amaro, ‘que daba el parte antes que Queipo de Llano’ y a quien Romero
Murube hizo personaje legendario de nuestra ciudad”. Pues sí, es infamante e indigno a todas luces. Para el lector que lo
desconozca, Loco Amaro (Amaro Rodríguez) fue un personaje
pintoresco en la Sevilla del siglo XVII acogido en el Hospital de los Inocentes, y que se hizo famoso por sus arengas
públicas con críticas a la Iglesia y a los curas. Sus “sermones” se publicaron en 1869 por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces. Fue una época en la que los pobres sufrían la represión de las fuerzas
de orden público en defensa de los intereses de los potentados, y que
denunciaron años más tarde otros agitadores, como Francisco Martínez de Mata, Gaspar
de Jaén o Gasparillo durante el
reinado del último Austria. Sobre D. Antonio, el betunero, existen referencias por José María Ramos Roldán, camarero-poeta de la Alameda de Hércules, según dejó constancia Nicolás Salas. Parece ser que se vinculó durante sus últimos años a una tienda de bebidas y comestibles, con terraza y servicio de veladores, llamada "Dos de mayo", en la plaza de la Gavidia. Y por allí se acercaban a tomar café jefes y oficiales del Cuartel del Duque, donde D.Antonio les lustraba polainas y botas altas. Pero aquel limpiabotas bebía más de la cuenta; y, cuando eso ocurría, se subía al monumento a Daoiz desde donde pronunciaba acaloradas soflamas.
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