jueves, 6 de julio de 2023

Importante hallazgo

 

Fuentes de Jiloca es un pueblo de la comunidad de Calatayud, en el Camino del Cid, donde, en su subsuelo se encuentra uno de los mayores yacimientos de alabastro de Aragón. De ahí se extrajeron los materiales necesarios para la portada renacentista de la bilbilitana Colegiata de santa María de Mediavilla en el siglo XVI, de estilo mudéjar, alzada sobre una antigua mezquita, y esculpida por los artistas Juan de Talavera y Esteban de Obray. De Fuentes de Jiloca se marchó el último párroco en 1979 y la casa parroquial se puso en alquiler poco más tarde. Parte de la documentación que guardaba esa casa fue devuelta  a los archivos parroquiales, pero hubo otra parte que se quedo en poder del cura ecónomo en una de las habitaciones, siempre cerrada con llave y su puerta camuflada por un armario. Por allí pasaron varios inquilinos. Con  motivo de las últimas lluvias torrenciales, un selecto grupo (el historiador de Arte José Luis Cortés, Jesús  Vicente Bueno, delegado de Patrimonio de la Diócesis de Tarazona, Rosana Perruca, alcaldesa, el alguacil, David Alvizures, nuevo párroco recientemente nombrado, y alguien más que ahora no recuerdo) por aquello de que pasaban por allí, se acercaron por si había desperfectos hasta la casa cural. Y, ¡oh milagro!, al abrir una puerta (lo que significa decir que ya portaban la llave de ese misterioso cuarto) se dieron de bruces con un tesoro en forma de libros y legajos. Tuvieron suerte de que alguno de los anteriores inquilinos no se los hubiese vendido a un trapero al peso. Lo encontrado era de gran valor: 60 pergaminos, alguno con su lacre, fechados entre 1414 y 1510,  más de un centenar de papeles y legajos de los siglos XVI al XVIII, entre los que destacan autentificaciones de reliquias de san José o de san Jorge (el de la leyenda del dragón, de su aparición a Pedro I en la batalla de Alcoraz, etcétera, pese a que ponga en duda su existencia), exorcismos y más de doscientos libros de entre los siglos XVI al XIX  entre los que se encontraba una edición del libro  “Ars Moriendi “ (“El arte de morir”), de 1624. Ese libro fue escrito inicialmente en latín entre 1415 y 1450 durante la peste negra. En principio fue una versión larga (“Tractatus artis bene moriendi”) escrita en 1415 por un fraile dominico anónimo a petición del Concilio de Constanza, celebrado en Alemania entre 1414 y 1418, y más tarde se hizo una edición corta con el acompañamiento de once grabados. Lo importante es que podamos conocer  los ciudadanos qué destino tendrá ese importante material una vez que haya sido debidamente catalogado.

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