Se adelantan las rebajas y la gente ya tiene caverna (como
decía Saramago, también Platón) donde meterse para evitar la
sofocación del verano y probarse ropa. Recuerdo, de niño, cuando los jueves
regalaba globos Almacenes Sepu. Un
conocido me contaba que él compraba la ropa de invierno en verano y la de
verano en invierno, que así se ahorraba mucho. Era un hombre tan práctico en
todo, tan, tan..., que creo que se transformó en esquilón. Me entero de que Ibercaja ha comprado la plataforma
digital de Orange Bank, un banco
francés que cuenta con tres soluciones ¿para quién? en un único pak. Como decía un eslogan de las
extintas cajas de ahorro, cuando éstas eran solventes, o sea, antes de estar manejadas
por la Iglesia o los políticos: “Nunca
hubo un interés más desinteresado”. Me mondo de risa. Empezamos a considerar
como verdad las siluetas de los objetos proyectadas en una pared por la llama
de una hoguera. No sabemos nada de lo que se cuece a nuestras espaldas por ser
enanos en un mundo de gigantes y la oscuridad de la cueva no nos permite ver el
sol. Almacenes Sepu ya no regala
globos la tarde de los jueves porque no existe, ni nosotros somos los niños que
fuimos por habernos hecho mayores. Los Almacenes
Sepu cerraron sus puertas en 2002. Un año antes los propietarios suizos, la
familia Goetschel, traspasaron el negocio
a otro grupo australiano, Partridge &
Company, que prometió un plan de saneamiento que no se cumplió. Los Almacenes Sepu se consumieron como
una vela, como la muñeca de cartónChochona; los zapatos Gorila, donde dentro de la caja iba una
pequeña pelota verde; la asadora Carmela;
las bicicletas B.H.; las alpargatas Victoria; la kina san Clemente; el limpiametales Netol; el detergente concentrado Raki; los juegos reunidos Jeyper;
el rollo de papel higiénico Elefante;
las camisas de terlenka; el calmante vitaminado; las escamas saquito… Uf, la lista sería
larga. El cementerio está lleno de grandes marcas que se fueron a pique por
querer vivir de sus rentas, no de sus clientes. Y se fueron desinflando, como
aquellos globos que regalaba Almacenes
Sepu a los niños las tardes de los jueves, que no tenían colegio. Era un
regalo barato aunque ilusionante, simple polvillo dorado de mariposa.
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