Un clavo saca otro clavo

 

 

Todo aquel que visite Sevilla estos días podrá contemplar en las tranquilas aguas del Guadalquivir un barco de vapor singular, el “Forever”, de 24 metros de eslora, construido en 1892 en Holanda y que perteneció al rey Leopoldo II de Bélgica. Su hermana Carlota fue emperatriz consorte de Méjico hasta el fusilamiento de su marido, Maximiliano de Austria, hermano de Francisco José. Pero no abundaré más en el tema. Invito a todo aquel que esté interesado en conocer más a fondo la biografía de esta mujer que terminó perdiendo la razón que lea el libro “La vida trágica de la emperatriz Carlota”, escrita por Armando Praviel. Estoy convencido de que al lector no le dejará indiferente. Por cierto, Maximiliano de Austria tiene un pedestal equivocado en la Plaça Rossio, la más céntrica de Lisboa y que he podido ver personalmente en varias ocasiones. Parece ser que al escultor francés Elías Roger, residente en París, le encargaron esculpir en bronce a Pedro IV de Portugal (que proclamó la independencia de Brasil y se convirtió en el primer emperador de ese país americano con el nombre de Pedro I) para que adornara la plaza lisboeta. Se dieron dos circunstancias: el escultor necesitaba dinero y el gobierno portugués tenía prisa en instalarla. Por aquellos días, Roger había terminado la estatua de Maximiliano de Méjico; y, por aquello de que un clavo saca otro clavo y  que un emperador bien puede representar a otro (porque don Pedro también lo había sido de Brasil), remitió la estatua de Maximiliano a Lisboa y desde entonces está ahí fingiendo que es don Pedro. Otros creen que el barco donde iba la estatua estaba por aquellos días atracado en Lisboa y, al enterarse del fusilamiento de Maximiliano, la dejaron allí por carecer de sentido proseguir con ella rumbo a Méjico. Y los portugueses le supieron dar una segunda vida. Pero no pasa nada. Lo cierto es que la estatua está tan elevada en su pedestal que es difícil perfilar bien el aspecto de aquel controvertido personaje de opereta.