martes, 11 de junio de 2024

Soledad

 


Hay pueblos que se recorren pronto. Forman parte de la España vaciada, a la que la desidia y la desesperanza  le han comido los hígados, por donde nunca pasará un tren, ni se hará un hospital, ni una escuela infantil por falta de niños. Tampoco se ve un río, ni un gorrión, ni un tractor, ni un camino asfaltado, ni una antena de televisión en los tejados, ni un pararrayos…  Pero sus pocos habitantes dicen que allí se vive bien, sin ruidos de coches ni contaminación. Eso sí, por las noches serenas se puede contemplar un cielo estrellado muy silencioso. Esa visión inmensa del firmamento nadie se la podrá quitar a los ancianos insomnes cuando miran hacia arriba por las noches; o por el día, observando boquiabiertos la estela blanca de un avión, a propulsión a chorro como dicen los más leídos, trazando el camino luminoso por donde se supone que se va directamente al Cielo.  La parroquia conserva una media esfera, una cúpula gris que semeja un gorro con borla de protección contra el frío. Contemplando la foto se puede observar que las casas tampoco tienen balcones, ni existe una plazoleta donde poder bailar los días de la fiesta patronal, que es cuando el tachín tachín de un pasodoble cañí espanta la modorra endémica. El camino en cuesta pronunciada dispone en su bajada de una curva muy peligrosa que hay que tomar con mucha precaución. Allí se cuenta que terminada la guerra volcó la galera de un buhonero que recorría los pueblos vendiendo afeites, muñecas de cartón, tintes y crecepelos. Posiblemente solo romperá el silencio de la noche el ladrido de algún perro sin amo que un día llegó a ese paraje en absoluta soledad, la peor de las soledades, y después de haber sido abandonado a su suerte en una carretera.

 

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