lunes, 10 de junio de 2024

La foto de Senegal

 





En su apartado de opinión, “Cornada de lobo”, García Trapiello me retrotrae a mi infancia, a mi etapa escolar de primeras letras. Bajo el título “Con pizarrín”, su autor saca a flote su sensibilidad y cuenta que al ver una pizarrilla escolar en una foto de Senegal, le ha venido a la memoria su pequeña pizarra que se rompía con facilidad, el pizarrín,  la cartera de cuero (su abuelo decía “de material”), la tiza, los encerados negros, aquellos lapiceros a los que siempre se les rompía la mina de tanto afilarla, de los himnos que era de obligado cumplimiento cantar, de los pupitres con indelebles lamparones  de tinta, de las plumas de madera convertidas en pequeñas saetas con el plumín puesto, de los plumieres de madera de uno o dos pisos, el pequeño compás, y la enciclopedia “Alvarez”, que era un compendio de todo el saber necesario para llegar a ser un día hombre de provecho. Hoy, cuando ya peinamos canas y se ha vuelto de color sepia la foto con el mapa de España detrás, no sé si hemos llegado a ser “hombres de provecho”, yo al menos. Nunca supe que significaba ser “hombre de provecho” aunque intuyo que sería algo parecido a lo que la rancia derechona,  esa que cada domingo deja un billete en el cepillo del monaguillo cuando se acerca a su banco y equipara con ser “hombre de bien”; o sea,  de esos tipos educados, planchada camisa y marcada raya en el pantalón del traje, que no roban ni matan, que conservan en el balcón la palma del Domingo de Ramos, que están convencidos de que con Franco se vivía mejor, que siempre bendicen la mesa y  que comen consomé  de ave y arroz con pollo los domingos.

 

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