martes, 11 de junio de 2024

Me alegra volver a leer a Chema

 

 


A Chema López Juderías lo eliminaron en la dirección de Diario de Teruel y lo echaron del periódico sin que sepa todavía los motivos que impulsaron tan drástica resolución.  Para mí que fue una cacicada sin paliativos de no sabría decirles quién con el pretexto de que el diario tenía unas considerables pérdidas económicas. Pero las pérdidas ya venían de muy lejos. Se trata de un diario fundado en 1885 por Alfonso Torán que cerró antes de cumplir un año. En 1901 reapareció impulsado por Dionisio Zarzoso y tuvo una segunda vida de siete años. Durante el franquismo se llamó Lucha y formó parte de la desaparecida Cadena del Movimiento. En 1980 reaparece con la cabecera de Diario de Teruel impulsado por la Diputación Provincial, editado por el Patronato para la Información de Teruel (FITE) y dirigido por Carlos Hernández entre 1992 y 1998, que ya había colaborado con Lucha desde principios de los años 50. Falleció el 1 de noviembre de 2004 a los 72 años de edad. Recientemente Diario de Teruel se asoció a Prensa Ibérica. Yo solo hablé con Hernández por teléfono. Él estaba interesado en publicar en el diario de su dirección un relato mío que había sido premiado en un concurso turolense y que más tarde fue publicado en “Turia”. Aproveché la ocasión para hacer con él un trueque. Yo le enviaría un artículo semanal y él, a cambio. me enviaría su diario de lunes a sábado. Y así fue durante casi un año. Hasta que un día se envié un artículo sobre los Amantes de Teruel (“Áspera belleza”) que no le hizo ninguna gracia y decidió no publicarlo. Ahí se acabó el trueque.  Era su segunda censura. La primera había sido a finales de diciembre de 1994 cuando le envié mi artículo “Ni bozal ni sordina”. Como han pasado ya casi 30 años de “Áspera belleza” y guardo la copia, se la dedico a mis los lectores para que lo juzguen:

“A mi entender, pese a lo que relató con su potencia dramática el castizo Eugenio Hartzenbusch, los Amantes de Teruel no llegaron nunca a ser amantes de verdad, en función de lo que en la actualidad se entiende por amantes. La leyenda, según Menéndez y Pelayo, es de mediados del siglo XVI y parece sr que se trata de una fiel copia del relato “Gorolamo y Silvestra”, de Bocaccio. En realidad lo que existe de cierto en este asunto es que en 1555 se encontraron en la turolense capilla de San Pedro dos cadáveres momificados y con sus manos entrelazadas. Y a partir de ese momento cuando se teje la historia de una muchacha rica, Isabel de Segura, y de un mancebo pobre, Juan Diego Martínez  de Marcilla, que se marchó por el mundo en busca de fortuna. Pero por culpa de la reina mora de Valencia –y aquí se me permite poder dejar volar la imaginación—regresó u día después de lo convenido; o sea, en la misma fecha en que ella se casba con otro hombre. Juan Diego se ocultó bajo el lecho conyugal y a eso de la medianoche, cuando el marido cayó rendido por el sueño o por el vino de Cosuenda, salió de debajo de la cama y pidió a su amada un último beso. Ella se lo negó al tiempo que le recordaba que ya no podía ser suya. Él murió al punto, como indica el cronista, y al d´8ia siguiente, en los funerales, Isabel le dio al cadáver el beso que le había negado al vivo. Y de inmediato cayó fulminada sobre el féretro. Los enterraron juntos y colorín, colorado. Siglos después, Juan de Ávalos, el mismo artista que esculpiera en piedra de granito los exteriores macabros de Cualgamuros, realizó un bello mausoleo en mármol blanco. También, durante el franquismo, verían los sucesivos alcaldes la forma de sacar a Teruel de su marasmo mediante un lanzamiento turístico e inventaron la llamada “Ruta de los Amantes”, donde se invitaba a los foráneos a contemplar de cerca el mozárabe gótico, las torres de ladrillo, los chirimbolos de cerámica, las tejas vidriadas, las verjas de hierro forjado y el Cristo gótico de “las tres manos”, de la parroquia de El Salvador, incluidos todos los catálogos informativos de la época. De camino, el viajero si prisas podía hacer parada y fonda en Mora de Rubielos, en cuyas variopintas casas de hospedaje nunca faltó un curado pernil ni las típicas morcillas de miel con pan rallado. Contaba Antonio Caballero que en cierta ocasión el duque de Carona ofreció en esa ciudad un espléndido almuerzo a Felipe II. Curiosamente, Enrique Cock, notario apostólico y arquero real, dejó constancia de que “en aquel banquete había de todo, hasta agua”.

Pero hoy no pensaba contarles algo que ya parece trasnochado. Me ha alegrado poder leer un artículo de Chema López Juderías en El Progreso, de Lugo. Lo titula “Existió” y hace referencia al varapalo sufrido por el movimiento ciudadano Teruel Existe, que solo ha conseguido 4.000 votos favorables en los comicios de ayer, “cuyo ambicioso proyecto para desembarcar en las instituciones ha quedado relegado a los tres procuradores de Soria ¡Ya! en el parlamento de Castilla y León y a los tres diputados de Teruel Existe en el de Aragón. Eso, y un puñado de alcaldes y concejales en la provincia de Teruel y una vicepresidencia en la Diputación turolense de la mano del PP y del Partido Aragonés. Poca alforja para este viaje”.

 

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