viernes, 20 de septiembre de 2024

El balandro varado

 

Hoy en El Debate he leído algo sensato. Me palpo por si estoy todavía vivo. Parece ser que sí. Hoy, como digo, en ese diario digital que dirige Bieito Rubido (al que ayer homenajeaba en Zaragoza el grupo Heneo) y donde tiene fichados a columnistas que pareciese sacados del fondo de armario de El Alcázar, uno de esos plumillas, me refiero a Alfonso Ussía, escribe una columna donde al fin se desnuda y reconoce que está en pleno “otoño mental”. Vamos, que el pozo de sus ideas está más seco que el ojo de un tuerto. Señala: “Me han sacado de mi paisaje, mi despacho y mi biblioteca. Escribo lo que sigue desde Madrid. Y no se me ocurre nada. Todo lo que ha sucedido hoy en el mundo, me aburre soberanamente. Creo que me ha llegado el otoño mental. Las hojas de los árboles caducifolios se están preparando para representar, un año más, la caída de la muerte. Y mucho me temo que de mi cabeza van a otoñar las ideas y desparramarse por el suelo. Sin orden ni concierto”. Un poco más abajo, en su trabajo recuerda a Antonio Burgos, y dice él que Burgos decía que “los escritores a diario en los periódicos somos los últimos esclavos atados a la columna”. Pero Burgos no podría responderle porque está muerto. Guardando las distancias con Ussía, y eso vaya por delante, y comprendo que ponerse delante de un folio en blanco requiere cierta disciplina. Creo recordar haber contado ya en mi modesto blog un pensamiento de Neil Gaiman donde dejaba claro que “ser escritor es un tipo de trabajo muy peculiar: siempre eres tú contra una hoja de papel en blanco, o una pantalla en blanco, y muy a menudo el papel en blanco gana”. Pues eso lo decía en una de las historietas ilustradas de “The Sandman” publicadas por DC Comics y que se publicaron en una serie de 75 números, entre enero de 1989 y marzo de 1996 con argumentos que fueron variando a lo largo de esos años desde historias de terror hasta la mitología oscura. A mi entender, ningún escritor está atado a ninguna columna. Si escribes, vale. Si no, mejor. Hay que distinguir entre los columnistas que aman el oficio y escriben lo que sea por dar rienda suelta a su vocación, y aquellos que escriben porque necesitan llenar la nevera cada día. Ussía pertenece a ese segundo grupo tras haber salido tarifando del diario ABC, primero, y de La Razón, después, y encontrarse en el dique seco hasta ser rescatado por Bieto Rubido para que pudiese contar cosas que mayormente interesaban solo a cuatro nostálgicos y media docena de chisgarabises. Pero lo malo de Ussía es que, por lo general, o ataca sin misericordia a miembros del Gobierno de Sánchez con calificativos destemplados, o traslada al lector anécdotas trasnochadas al estilo de Natalio Rivas, pero de menor enjundia. Cuando llega el “otoño de las ideas”, como señala Ussía, lo mejor es sacar la batamanta con capuz del armario, quitar de sus bolsillos las bolas de naftalina y dedicarse a aprovechar las tardes de tenue sol de membrillo para pasear con sosiego entre magnolios. Ya decía Quevedo que "pocas veces, quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe". Y Ussía, a mi entender, recibe de ese diario digital más de lo que merece, o sea.


jueves, 19 de septiembre de 2024

Robledal sagrado

 

 


Leo en El Progreso que los vinos de la D.O. “Ribeira Sacra” sufren su mayor crisis por la caída del consumo. Ello es debido al cambio en los hábitos de los consumidores y a la disminución de exportaciones. Vendimiar cuando las cubas están llenas del año anterior presenta un problema. Pero no solo es el caso gallego. Ocurre en otras denominaciones de origen, que también se están acogiéndose a la “cosecha verde” por la que los productores reciben 60 céntimos de euro por cada kilo de uva que desecha. Parece que la solución gallega pasa por destinar una gran parte de la producción de vino a la destilación de 500.000 litros de vino tinto, donde, además, la Xunta se encarga del transporte hasta las alcoholeras y abona 1,05 euros por litro de vino a los productores que se acogen a esa medida. El alcohol resultante en la llamada “destilación de crisis” destinada a fines industriales y farmacéuticos. Se estima que mucha uva gallega se quedará sin recoger este año y la ayuda al abandono será de unos 2.000 euros por hectárea. La mal llamada  Ribeira Sacra” es una zona comprendida entre los ríos Cabe, Sil y Miño, en el sur de la provincia de Lugo y el norte de la provincia de Orense cuyo núcleo principal es Monforte de Lemos. Decía “la mal llamada Ribeira Sacra” por una razón. Hubo una donación en 1124 de Teresa de Portugal, su hijo Alfonso (más tarde rey) y el conde Fernando Pérez de Traba de un territorio donde ponía en las escrituras: “locum qui dicitur Rouoyra Sacrata, qui est in Monte de Ramo, territorio Caldelas”, es decir, que a ese lugar le llamaban “Rouoyra Sacra”. Fue el fraile Antonio de Yepes el que entendió que el documento hacía referencia a “Rivoira Sacra” (traducido más tarde como “Ribeira Sacra”) en referencia a la gran cantidad de monasterios existentes en la zona. No era así. El historiador Manuel Vidán Torreira llegó a la conclusión de que “rivoira” equivalía a “roble”, no a ribera, conque lo correcto hubiese sido llamar a la zona “Robledal Sagrado”. Lo cierto es que otras importantes denominaciones de origen pasan desde hace tiempo por la misma crisis, y me estoy refiriendo a “rioja”, “valdepeñas”, “campo de Borja”, “somontano”, “toro”... Está cambiando el consumo de bar, desparecen las viejas tabernas, los consumos de licores de alta graduación están en franca decadencia y los gustos se están acoplando a las nuevas tendencias del mercado. Se consumen más vinos blancos, de menor graduación. De la misma manera, según las estadísticas, el consumidor se inclina más por la cerveza, donde actualmente hay una encendida batalla entre las diversas marcas comerciales. Por otro lado, cada pueblo español tiene sus viñedos y muchos de ellos hasta su cooperativa vitivinícola. El excedente de bodegas, en consecuencia, es evidente. Diré más, si los precios de mercado son bajos, la arruina está asegurada; y sin son altos en su relación calidad-precio, deben ser de gran calidad para ser adquiridos por el consumidor aunque solo sea en determinados acontecimientos puntuales. Ese es el dilema.

 

Las "generalísimas"

 

 


El dicho  “¡Fíate de la Virgen y no corras!” cuentan que tiene su origen entre los años 1833 y 1840 relacionado con la bandera llamada ‘La Generalísima’, en la que figuraba la imagen de la Virgen durante la primera guerra carlista, además de la cruz de Borgoña, que a veces se confunde con la cruz de san Andrés, sin nudos en las aspas. La cruz de Borgoña ya se usaba en España desde la llegada de Felipe el Hermoso y se emparentó la Casa de Borgoña con la Casa de Austria. Parece ser que ondeó por primera vez en la batalla de Pavía, en 1525. Más tarde se utilizó por los tercios españoles entre los siglos XVI y XIX, aunque con Carlos II comenzó a utilizarse la actual bandera aunque solo para la los barcos. Sin embargo, la cruz de Borgoña siguió siendo bandera del Ejército con Isabel II hasta 1843. No hay que olvidar que esa bandera fue utilizada durante las guerras carlistas por los que terminaron perdiendo, los defensores del pretendiente al trono Carlos María Isidro. Volvió a utilizarse durante la Guerra Civil dentro del bando rebelde cuando  reorganizó el Requeté Fal Conde. En la actualidad, también la ‘ikurriña’ (diseñada por los hermanos Arana solo para Vizcaya) incluye la cruz de san Andrés de color verde basándose en  el escudo del Señorío de Vizcaya. Por cierto, la bandera ‘La Generalísima’, estandarte real del ejército carlista, fue bordada por la mujer, además de sobrina de Carlos María Isidro,  María Francisca de Asís de Braganza, casada en 1816 a la vez que su hermana María Isabel (muerta de parto en 1818) con Fernando VII. María Francisca falleció en 1834. La que fuera infanta portuguesa tenía siete años cuando las tropas napoleónicas invadieron la Península Ibérica y la Familia Real de Portugal trasladó su Corte a Río de Janeiro. Más tarde ‘La Generalísima’ fue donada al Gobierno de Navarra y se encuentra en el Museo del Carlismo, en Estella. Hubo otra ‘generalísima’ aunque de carne y hueso, la Señora de Meirás, con grandeza de España, que influyó mucho en la reciente historia de este país. El pintoresco título, otorgado por Juan Carlos I, desapareció con su muerte en 1988 y reclamado posteriormente por su nieto Francisco y el rey firmó carta de sucesión. Pero por la posterior Ley de Memoria Democrática se eliminaron 33 títulos, cinco de ellos concedidos por el rey, quedando nulos a todos los efectos, con que ya solo tiene honores de ‘generalísima’ la virgen del Pilar. Tanto es así que desde 1909 (un año después de que le fuesen otorgados esos honores por Alfonso XIII) hasta la actualidad los militares le han donado a su imagen  26 mantos. Por otro lado, el franquismo se sirvió de forma torticera del culto a la Pilarica para legitimar el golpe militar de 1936, que provocó un clima de exaltación religiosa en Zaragoza aumentado, si cabe, con la astracanada del bombardeo de la basílica el 3 de agosto de ese año y que los zaragozanos interpretaron como ‘milagro’, dando comienzo a unos actos de desagravio y un raro fervorín donde se asoció la devoción mariana con la figura del sinvergüenza gallego convertido en caudillo mesiánico, que decía traer el renacer de la España eterna y lo que trajo fue miseria y dolor. Y con la fiebre mística y el permiso del deán se colgaron dos de las tres carcasas de bombas  cerca del camarín de la virgen como si se tratase de, como dicen los de mi pueblo, “el santo bendimiento”, que nunca he sabido qué era eso, aunque intuyo que la rehostia.

 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

El sastre de Erro

 

 


Se cuenta que el sastre de Erro, Evaristo Poderós, nunca tomaba medidas. Cuando se barruntaba que estaba una boda al caer, algún pariente del novio o de la novia acudía al sastre para que les hiciese un traje de pana a medida, pero aquel sastre nunca tomaba medidas. Ante el asombro del cliente, éste le decía: “El pantalón, a ojo ya te sacaré, el chaleco tienes que de llevarlo suelto, y la chaqueta siempre la llevarás al hombro, conque no trae cuenta tirar de cinta métrica”. Arro es una pedanía de Las Bordas, en la provincia de Huesca, cerca del Monasterio de san Victorián (o san Beturián, en dialecto aragonés) en la diócesis de Barbastro.  Cuenta con una treintena habitantes. En aquel monasterio se reunieron en 1137 Ramiro I el Monje y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, para decidir los esponsales del conde con Petronila, hija del rey aragonés. Con la desamortización de 1835 el monasterio pasó a manos privadas, fue expoliado durante la Guerra Civil y en los años 50 vaciado por mandato del entonces obispo de Barbastro, Pedro Cantero Cuadrado. La sillería del coro se envió a la parroquia de san Pedro, de Boltaña, y el retablo mayor a la catedral de Barbastro. Otros retablos menores fueron dispersados en diversas parroquias. En la actualidad, pese a que su estado es lamentable, hay visitas guiadas para ver cuatro piedras. Como dicen los de Tudela, ¡te caíste, chaquetón! Sin embargo, en 2002 el Gobierno de Aragón lo declaró Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento. No cabe duda de que aquellos políticos de pacotilla tenían el cerebro como los adoquines de basalto. Las medidas adoptadas por unos sansirolés de opereta cuando ya no había nada que conservar fueron lo más parecido a las hechuras de los trajes del sastre de Erro, Evaristo Poderós, o sea, todo a la guingorria.

 

martes, 17 de septiembre de 2024

La dana que viene

 

 


El cambio climático nos tiene a todos en alerta. Tanto es así que en algunos pueblos ya sacan el santo a la calle en andas para que no llueva, que el exceso de celo en pasadas rogativas contra la sequía persistente suele tener esas consecuencias. Lo cierto es que había determinados párrocos que sabían leer las nubes, ejercitaban el difícil arte de las cabañuelas e intuían cuándo era menester procesionar al santo de mayor devoción entre los feligreses para que se produjese el esperado “milagro”. Era entonces, al caer las primeras gotas, cuando soltaba lo de que “Dios aprieta pero no ahoga”. Ahora es distinto. Llega la dana, se producen inundaciones y se ahogan hasta los gatos. Lo cierto es que las danas no merman las sequías, que son estructurales, y el exceso de consumo sigue agotando los pantanos. La lluvia, en consecuencia, debe ser mansa y persistente para que se filtre en la tierra. El catedrático de Economía aplicada, Francesc Hernández, comentaba en El País el pasado 22 de marzo que “la gestión en España es compleja en lo administrativo, en lo competencial y lo regulatorio”, al existir competencias tanto a nivel del Gobierno central, del autonómico y del local. Y esa torre de Babel  entraña enormes dificultades para la coordinación. “Si a esto le sumamos –seguía afirmando el catedrático- que el uso urbano recae sobre los municipios, pero que directamente no lo ejerce, sino que lo comparten y ceden a empresas, es un añadido más; la infraestructura es pública pero su gestión es privada”. En fin, lo mejor, en estos casos, es encomendarse al santo mediante rezos ya que desde lo alto, por encima de las nubes, se ven las cosas con otra perspectiva; y, además de ello, evitar fugas en las tuberías, controlar los acuíferos y procurar no hacer viviendas junto a los barrancos, que también son manías. Recuerdo que en un blog Carlos de la Fuente señalaba anécdotas sobre la bilbilitana rúa de Dato, en Calatayud, los días de tormenta. Escribía que “tanto el barranco de las Pozas como el de Soria o de la Rúa, han sido adaptados a nuestro trazado como una calle más, y no es raro haberlos visto crecer con sus aguas bravas e indomables convirtiéndonos en una pequeña Venecia de aguas turbias”, donde las aguas bajan con fuerza y con un color blanquecino por el arrastre de yesos lacustres de la Sierra de Armantes. Añadía la profecía del dominico valenciano san Vicente Ferrer (confesor de Benedicto XIII y presente en el Compromiso de Caspe en 1412 para dirimir la sucesión de la Corona de Aragón tras la muerte de Martín el Humano) donde ese santo afirmaba que “Calatayud perecerá anegado por las aguas”. Conque ya puede el alcalde Aranda ponerse la capa clavada a la nuca como el manto de la Soledad e ir construyendo un arca de Noé de pino calafateado, rezarle una salve al credo y llenar la nave de gaviotas del PP por si las moscas.

 

Sobre concursos

 

 


Hace ya un tiempo recibí una carta donde se me invitaba a participar en un certamen de relatos aragoneses. En las bases se especificaban los deseos de los promotores, o sea, número de páginas, tipo de cuerpo, número de espacios, la correspondiente plica, número de copias, etcétera. Pero, además de todo ello, era necesario incluir en el sobre de envío un pendrive con el texto del relato. En las bases, de la misma manera, se avisaba claramente que los relatos no premiados serían destruidos. En seguida comprendí que el pendrive también se lo quedarían por todo el morro. No es que sean caras las memorias USB si son de poco almacenamiento, pongamos por caso 1gb, pero me molesta que no los devuelvan. Se dice que acudir a la llamada de concursos literarios es una manera de vencer la procrastinación al ponerse fecha límite, que puede ser por evasión (miedo al fracaso), por activación (cuando se posterga una tarea hasta que no queda más remedio que realizarla), o por indecisión (complejo de Penélope, que siempre hacía la misma tarea de tejer y destejer). En lo que a mí respecta, hace tiempo que no acudo a certámenes literarios; o, mejor dicho, dejé de participar el día que descubrí que algunos concursos, sobre todo los provincianos, ya tenían ganadores de antemano antes de abrir las plicas, sobre todo cuando estaban convocados por casas regionales, donde se cumplía y se sigue cumpliendo el aserto de “el que más chifla, capador”, o ganador del cuento chino el que mejor sepa sazonar el mondongo y embutir las asaduras. En fin, pensaré si envío algo si me devuelven el pendrive y si me compensa el esfuerzo de ponerme a teclear pese a los sospechosos supuestos amaños. Depende a cuánto sea la calandria.