lunes, 16 de septiembre de 2024

Comedia bufa

 

 


Sanzoles, cuyo gentilicio proviene de san Zoilo, es un municipio de la provincia de Zamora, partido judicial de Toro, que perteneció a la Provincia de León hasta 1833 y fue repoblado por mozárabes procedentes de Córdoba. Cuenta con casas tradicionales de piedra, dinteles tallados, espléndidos enrejados de forja y muchas bodegas excavadas en la roca. Los sanzojanos conservan una tradición de interés turístico regional cada 26 de diciembre. Se trata de una mascarada que tiene como protagonista a un raro personaje al que llaman Zangarrón, que sale por las calles junto a los quintos pidiendo el aguinaldo. Lleva un atuendo con cuadros marrones y blancos, mandil de vivos colores, máscara negra  con nariz roja y una peluca hecha con cintas. Porta un palo con tres vejigas que representan la fertilidad, una bolsa para guardar los aguinaldos que le entregan los vecinos y un cinturón del que cuelgan esquilas. Al amanecer, los quintos se acercan a su casa y escenifican el ‘baile del Niño’. Por la tarde hay procesión en honor de san Esteban precedida por el pintoresco personaje, cuyo origen se remonta a una peste que motivó que el párroco procesionara a ese santo en un intento de mitigar los efectos de ese mal. Pero los vecinos, molestos porque no se obraba el milagro esperado, intentaron lapidar al santo. Fue entonces cuando apareció el Zangarrón como un dulcísimo revolar de golondrinas entre ayes de mujeres histéricas evitando el apedreamiento de un santo que ese día andaba espeso en milagreos. Las rogativas no funcionan al estilo de una olla exprés.  También ese día los quintos se reúnen para degustar silentes la que llaman ‘comida del mutis’. Pero hoy quiero hacer referencia a ese pueblo por otra razón nada lúdica. Una equivocación ha sido la causa de que un entierro terminase con un cadáver depositado en una sepultura vacía equivocada. Una vecina reparó en que había flores en la lápida propiedad de un conocido residente tras darse cuenta de que ese vecino paseaba por sus calles ajeno a lo que acontecía. El supuesto muerto estaba vivo y sin ganas de estirar la pata. No hubo necesidad de cambiar el difunto de sitio. Se optó de la forma más expeditiva: cambiar la lápida de granito y asunto zanjado. Ahí se acabó el esperpento, la comedia bufa, el comadreo y el guión.

 

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