Edición limitada
En vísperas de las fiestas
pilaristas se han armado grandes colas de gente para tener acceso a la basílica,
donde se venden unas cintas del tamaño de la talla de la Virgen con los colores
del cachirulo, o sea, cuadros rojos y
negros. Yo no sé si a los zaragozanos les ha aumentado el fervorín religioso
mariano o qué diablos les ocurre. En esta ocasión se aclara que “se ha hecho
una edición limitada” y la gente corre a hacer fila como si se tratase de ‘las rebajas de don Julio’ a dos euros
la unidad, es decir, doblando el precio de su anterior oferta. Eso sí, esta
nueva edición especial aseguran que está impresa en raso, un material que garantiza resistencia al lavado, al desgaste y a la decoloración.
También se venden complementos, como pulseras
y anillos con el troquel de la virgen.
El deán catedralicio, a no mucho tardar, se convertirá en el apóstol de Ramón Areces sin necesidad de haber
hecho su aprendizaje en “El Encanto”
de La Habana. La primera referencia
sobre esas cintas se encuentra en los archivos de la archidiócesis y se remonta
a 1621, donde se da cuenta de que se prohibía a los mercachifles la comercialización de esas cintas,
reservando ese derecho exclusivamente al Cabildo metropolitano bajo pena de 60
sueldos jaqueses. Aquellas cintas
solían colocarse en las camas de los moribundos. Quienes las adquirían debían
dar en pago ‘la voluntad’. Hoy las cosas han cambiando y como esa ‘voluntad’ no
parece suficiente, se cobra un euro por cada una en un chiscón situado a la
entrada del templo. Es una manera de que Dios aumente la caridad. En la
actualidad, lo que antaño era un acto de confianza en la curación por mediación
divina se ha convertido, también, en un suvenir de recuerdo turístico. Por otro
lado, los reposteros zaragozanos, entre ellos la Pastelería Tolosana, han
creado un bizcocho con la medida de esas cintas (36,5 centímetros) con
cobertura de chocolate. Además de ello, siendo alcalde Azcón y consejera de Servicios Públicos y Movilidad, la folclórica Natalia Chueca, se colocó en la Gran Vía un adefesio
consistente en un icono floral de más de 4 metros de altura, dicen que ideado
por el servicio de Parques, Jardines e Infraestructuras Verdes basándose en el
diseño de la conocida figura hortera de ‘Monge
Joyeros’, realizado con la colaboración de FCC Medio Ambiente y ‘Flores Aznar’ y fabricado en los talleres UCEFER de Utebo. Cuenta con 500 plantas
de flor de temporada, como petunias, begonias y lantanas que se mantendrán
gracias a un sistema de riego por goteo. Dicen
que está hecho de forma que cada cierto tiempo pueda ubicarse
en distintos barrios de la ciudad. La estructura de esa imagen es de acero
galvanizado, pesa unos 2.000 kilos en vacío y 6.000 kilos con las flores y la
tierra que las sustenta. En la parte interior de toda la pieza se ha colocado
un aislante térmico para minimizar el recalentamiento del sustrato. Dispone de
sistema de riego en el interior, mediante tubería con goteros integrados. Pero, ¿cuánto costó a los zaragozanos el antojo? Parece
ser que el autor de los planos y del aislante térmico fue el insigne doctor Franz de Copenhague, y se conservan para evitar imitaciones en una caja acorazada de la mansión de la famosa superviviente del Titánic, Molly Brown, en Denver (Colorado).
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