lunes, 9 de septiembre de 2024

Carrusel bilbilitano

 

 

Calatayud está inmerso de fiestas patronales en honor a la Virgen de la Peña. Ayer, en la atardecida, sus calles se quedaron silentes y moradas por el Rosario de Cristal, que los bilbilitanos aspiran a que un día sea considerado de ‘Interés Turístico Regional’. Pues nada, ¡adelante con los faroles!, nunca mejor dicho. Por asociación de ideas, me viene a la cabeza Gutiérrez Solana durante su viaje a Aragón en 1920 visitando entre otros lugares Calatayud y Terrer, según dejó constancia Camilo José Cela en su discurso de ingreso en la RAE en 1957, contestado por Gregorio Marañón. (C.J.C. ‘La obra literaria del pintor Solana’.- ‘Obras Completas’, tomo 15, pp. 61-104, Ediciones Destino, Barcelona, 1990). Cuenta Solana: “En Terrer, poblacho del partido judicial de Calatayud, en el que ejerce de barbero el practicante Lorenzo Camuesco (“España negra”.- Solana escribe con manifiesto error Terrier.- C.J.C. Esp. n., pp 201, 219), al describirnos el monumento de la degollación de los inocentes -que está en la iglesia de Santa María y es muy bárbaro y tiene mucha tragedia y  crueldad- nos habla de un judío de barba cuadrada [que] tiene unas faldas blancas como un valenciano, y el pecho con vergonzosos pelos rizados como las mujeres". (La degollación de los inocentes, p. 221). Y sobre la procesión de Calatayud: “Ya están todos los faroles de los pasos encendidos y va a salir la procesión. Los judíos, montados a caballo, se extendieron en fila a lo largo de las viejas casas y conventos de esta calle; eran gente escogida entre los hombres más altos y fuertes del pueblo; llevaban unas corazas de latón, casco con plumas de gallina y una cola de crin que les caía por las anchas espaldas, vestidas con grandes capas rojas; sus caballos eran viejos y de matadero, de esos que se emplean en las corridas de toros; las manos de estos guerreros eran rojas y agrietadas de cavar el campo; fumaban por entre los grandes bigotes y barbas de estopa, pedían copas en las tabernas y blasfemaban mucho”. Decía Nicolás Fernández de Moratín, que estudió con aplicación filosofía en los jesuitas de Calatayud, casi frente a san Juan el Real donde ahora están los juzgados, que lo que nos causa dolor no son las cosas sino las ideas que tenemos de las cosas. No sé, ya se lo preguntaré al alcalde Aranda, que tiene cara de saberse el catecismo del abate Feijóo. Queden ustedes con Dios.

 

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