Cuando todavía está caliente el último escrito en mi blog, me entero de que Núñez Feijóo está en Zaragoza celebrando el “Día del afiliado” y se ha paseado en un baño de multitudes en el Parque de Atracciones. De paso -así lo señala la prensa local- "hubo reparto de bocadillos de longaniza, cantos y bailes de jota, torneos de guiñote y posterior comida a base de paella". Y como no podía ser menos, el presidente del PP también se apuntó para hacerse con una cinta de la virgen del Pilar con los colores del cachirulo, pero si hacer filas. En un momento de su discurso, Feijóo levantó el brazo a la romana y ya llevaba en la muñeca colocado en lazo la cinta de los milagros. Lo raro es que no se encuentre en Lugo, donde hoy comienzan las fiestas de san Froilán. Dijo en su soflama que “el PP es el único partido de Estado que queda en España” y se comprometió -si llega al poder, claro- a ampliar a 26 semanas el permiso de maternidad para familias monoparientales y a crear para ellas un carné similar al de las familias numerosas, y bla., bla, bla…, frases-papilla y barcarolas. Después de los banquetes se suelen decir muchas bobadas. Normal, es el tiempo de la berrea. Como dicen los gallegos: “¡Ay, madre, cómo huele padre a vino!...”. Solo le faltó decir: “Todo lo que veo es mío”. Feijóo sueña con tener un mapa de España pintado con gaviotas y de azul, con su camisita y su canesú. Por otro lado, aprovechando que se encontraba en el Parque de Atracciones, lo que posiblemente deseaba era dar unas vueltas en el tiovivo, montado en el coche de bomberos y haciendo sonar la estridente campanilla, que es como ir a ninguna parte, como en el magnífico cuento de Ana María Matute, donde su autora describe que “un día de lluvia, el niño encontró en el suelo una chapa redonda de hojalata. La chapa brillaba tanto que el niño la cogió y se fue corriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas. Y aunque llovía y el tiovivo estaba tapado con la lona, en silencio y quieto, subió en un caballo de oro que tenía grandes alas. Y el tiovivo empezó a dar vueltas, vueltas, y la música se puso a dar gritos entre la gente, como él no vio nunca. Pero aquel tiovivo era tan grande, tan grande, que nunca terminaba su vuelta, y los rostros de la feria, y los tolditos, y la lluvia, se alejaron de él. “Qué hermoso es no ir a ninguna parte”, pensó el niño, que nunca estuvo tan alegre. Cuando el sol secó la tierra mojada, y el hombre levantó la lona, todo el mundo huyó, gritando. Y ningún niño quiso volver a montar en aquel tiovivo”. Que tengan un buen fin de semana.
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