domingo, 1 de septiembre de 2024

Cuando los días no existen



Algunos historiadores mantienen que el Descubrimiento de América no se produjo el 12 de octubre de 1492, sino el día 11. España y otros países de Europa se regían por el calendario juliano, que presentaba un desfase de unos 11 minutos por año, diferencia mínima pero que daba un error acumulado de 8 o 9 días respecto a la fecha astronómica. No fue hasta 1582, por iniciativa del papa Gregorio XIII, cuando fue sustituido por el calendario gregoriano, y la corrección del error dio lugar a un desajuste de fechas, pasando directamente del 4 al 15 de octubre. Por lo tanto, el día en que Colón y sus hombres llegaron a América fue en realidad el 20 o el 21 de octubre de nuestro calendario actual. Se esfumaron diez hojas de calendario. Gregorio XIII promulgó el 14 de febrero de  1582 su encíclica “Inter gravíssimas” tras muchas reuniones con astrónomos, donde destacó el jesuita alemán Christopher Clavius. La modificación se hizo en tres fases: primera, eliminación de 10 días del calendario; segunda, modificación de la regla de los años bisiestos; y, tercera, revisión de las fórmulas para calcular la fecha de la Pascua de Resurrección, fijándose en el domingo inmediato al primer plenilunio del equinoccio de primavera, a diferencia de la Pascua judía, que cae en diferentes días de la semana de un año a otro. Con el cambio de calendario se dieron ciertas paradojas. Así, Teresa de Cepeda murió el 4 de octubre y fue enterrada al día siguiente, es decir, el 15 de octubre. Algo parecido aconteció con Cervantes y Shakespeare, ambos fallecidos  el 23 de abril de 1616.  Pero como Inglaterra no adoptó el calendario gregoriano hasta 1752, resulta que Shakespeare murió el 3 de mayo. En Rusia ese calendario se instauró  el 14 de febrero de en 1918 al que le siguió el miércoles 3 de enero, con lo que resultó que la Revolución de octubre de 1917 sucedió en noviembre. En resumidas cuentas, todo está sujeto a continua mudanza. Ahora resulta que hasta los gobiernos cambian la hora oficial dos veces al año como si fuesen uniformes de ordenanzas de un organismo oficial: en verano de gris claro, en invierno de azul oscuro. Ya en 1784 Benjamín Franklin fue  el primero en abordar el asunto. Siendo embajador en París, recomendó a las autoridades que intervinieran los relojes para aprovechar más la luz solar y no usar tanto las velas. En España, el primer cambio de horario se introdujo en 1918, pero se dejó de aplicar después de la Segunda Guerra Mundial. Se retomó en 1974, debido a la crisis del petróleo. Y con Franco, una vez terminada la Guerra Civil, se adoptaron en España los husos de Alemania con el adelanto de una hora; algo que, inexplicablemente, continúa vigente.

 

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