martes, 17 de septiembre de 2024

Sobre concursos

 

 


Hace ya un tiempo recibí una carta donde se me invitaba a participar en un certamen de relatos aragoneses. En las bases se especificaban los deseos de los promotores, o sea, número de páginas, tipo de cuerpo, número de espacios, la correspondiente plica, número de copias, etcétera. Pero, además de todo ello, era necesario incluir en el sobre de envío un pendrive con el texto del relato. En las bases, de la misma manera, se avisaba claramente que los relatos no premiados serían destruidos. En seguida comprendí que el pendrive también se lo quedarían por todo el morro. No es que sean caras las memorias USB si son de poco almacenamiento, pongamos por caso 1gb, pero me molesta que no los devuelvan. Se dice que acudir a la llamada de concursos literarios es una manera de vencer la procrastinación al ponerse fecha límite, que puede ser por evasión (miedo al fracaso), por activación (cuando se posterga una tarea hasta que no queda más remedio que realizarla), o por indecisión (complejo de Penélope, que siempre hacía la misma tarea de tejer y destejer). En lo que a mí respecta, hace tiempo que no acudo a certámenes literarios; o, mejor dicho, dejé de participar el día que descubrí que algunos concursos, sobre todo los provincianos, ya tenían ganadores de antemano antes de abrir las plicas, sobre todo cuando estaban convocados por casas regionales, donde se cumplía y se sigue cumpliendo el aserto de “el que más chifla, capador”, o ganador del cuento chino el que mejor sepa sazonar el mondongo y embutir las asaduras. En fin, pensaré si envío algo si me devuelven el pendrive y si me compensa el esfuerzo de ponerme a teclear pese a los sospechosos supuestos amaños. Depende a cuánto sea la calandria.

 

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