La margen izquierda de Zaragoza está que trina
con el anteproyecto municipal para la puesta en marcha de la ampliación de zonas azules y
naranjas de aparcamientos. La presidenta de la Asociación Picarral-Salvador Allende entiende que “se pretende
hacer un uso privativo al dominio público sin que esté fundamentado el interés
ciudadano”. La actual alcaldesa, Natalia
Chueca, tiene que sacar dinero de
debajo de las piedras para hacer frente al enorme coste de la nueva Romareda.
Ya subió las tasas de agua y basuras y ahora pretende cobrar por aparcar en
zonas donde habitan ciudadanos con bajo nivel adquisitivo, casas baratas
acogidas a los beneficios de la Ley del 15 de julio de 1954 y escasos garajes,
y que pagan el correspondiente Impuesto de Circulación. Me estoy refiriendo a la gris década de los 50 y a
unas viviendas de 25.000 pesetas de precio
unitario y sobre una superficie de 42 metros cuadrados, cuya renta de
amortización oscilaba por aquellos años entre las 40 y 50 pesetas mensuales”.
Eran los llamados ‘poblados de absorción’ construidos en las periferias pero que
en la actualidad se han quedado dentro de las ciudades. Por ejemplo, el grupo ‘Vizconde
de Escoriaza’ y el grupo ‘Girón’, en el barrio de Las Fuentes; el grupo ‘Francisco
Franco’, en el Picarral; el grupo ‘Fray Julián Garcés’; el grupo ‘Balsas de
Ebro Viejo’; el grupo ‘Alférez Rojas’: el grupo ‘Ortiz de Zárate’…, etcétera,
todos ellos sin calefacción ni ascensor, pero que hoy los quisieran jóvenes que
con 40 años se ven obligados a vivir en casa de sus padres por la especulación
galopante del ladrillo y la falta de los necesarios recursos para poderse
emancipar, o pagar una cantidad escandalosa por el alquiler de un cuartucho de mala muerte en Madrid o Barcelona, o dormir en una furgoneta, en el caso de Ibiza. No es que con Franco
viviésemos mejor, es que ahora se es pobre incluso trabajando más horas de las legales, y ningún ayuntamiento promueve viviendas sociales
porque no les sale rentable políticamente. Es una inversión de cientos de millones de euros, que debe ser coordinada
entre diferentes administraciones y cuyos frutos no se recogerían hasta pasados
varios años, cuando ellos ya no estuviesen gobernando. O dicho de otra manera,
hacer vivienda pública es una política que tiene efectos en 20 años y las
elecciones son solo cada 4 años. Y aquí de lo que se trata es de poder cortar
cintas y seguir viviendo del cuento.
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