martes, 17 de septiembre de 2024

La dana que viene

 

 


El cambio climático nos tiene a todos en alerta. Tanto es así que en algunos pueblos ya sacan el santo a la calle en andas para que no llueva, que el exceso de celo en pasadas rogativas contra la sequía persistente suele tener esas consecuencias. Lo cierto es que había determinados párrocos que sabían leer las nubes, ejercitaban el difícil arte de las cabañuelas e intuían cuándo era menester procesionar al santo de mayor devoción entre los feligreses para que se produjese el esperado “milagro”. Era entonces, al caer las primeras gotas, cuando soltaba lo de que “Dios aprieta pero no ahoga”. Ahora es distinto. Llega la dana, se producen inundaciones y se ahogan hasta los gatos. Lo cierto es que las danas no merman las sequías, que son estructurales, y el exceso de consumo sigue agotando los pantanos. La lluvia, en consecuencia, debe ser mansa y persistente para que se filtre en la tierra. El catedrático de Economía aplicada, Francesc Hernández, comentaba en El País el pasado 22 de marzo que “la gestión en España es compleja en lo administrativo, en lo competencial y lo regulatorio”, al existir competencias tanto a nivel del Gobierno central, del autonómico y del local. Y esa torre de Babel  entraña enormes dificultades para la coordinación. “Si a esto le sumamos –seguía afirmando el catedrático- que el uso urbano recae sobre los municipios, pero que directamente no lo ejerce, sino que lo comparten y ceden a empresas, es un añadido más; la infraestructura es pública pero su gestión es privada”. En fin, lo mejor, en estos casos, es encomendarse al santo mediante rezos ya que desde lo alto, por encima de las nubes, se ven las cosas con otra perspectiva; y, además de ello, evitar fugas en las tuberías, controlar los acuíferos y procurar no hacer viviendas junto a los barrancos, que también son manías. Recuerdo que en un blog Carlos de la Fuente señalaba anécdotas sobre la bilbilitana rúa de Dato, en Calatayud, los días de tormenta. Escribía que “tanto el barranco de las Pozas como el de Soria o de la Rúa, han sido adaptados a nuestro trazado como una calle más, y no es raro haberlos visto crecer con sus aguas bravas e indomables convirtiéndonos en una pequeña Venecia de aguas turbias”, donde las aguas bajan con fuerza y con un color blanquecino por el arrastre de yesos lacustres de la Sierra de Armantes. Añadía la profecía del dominico valenciano san Vicente Ferrer (confesor de Benedicto XIII y presente en el Compromiso de Caspe en 1412 para dirimir la sucesión de la Corona de Aragón tras la muerte de Martín el Humano) donde ese santo afirmaba que “Calatayud perecerá anegado por las aguas”. Conque ya puede el alcalde Aranda ponerse la capa clavada a la nuca como el manto de la Soledad e ir construyendo un arca de Noé de pino calafateado, rezarle una salve al credo y llenar la nave de gaviotas del PP por si las moscas.

 

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