lunes, 2 de septiembre de 2024

Beban agua, pero de botijo

 

 

El tinto de verano parece que lo hubiesen inventado ayer. Hasta existen sueltos en la prensa para informar al lector de ‘cómo hacer el mejor tinto de verano’, como si se tratase de guisar un tartaré de atún o una ternera al curry. El tinto de verano no es cosa distinta a un vino peleón al que se le añade gaseosa, y, si así se desea, unas rodajas de limón. Es como el milagro de san Bernardo, que con agua y tierra hizo barro. Y cuando esa mezcla se pone en manos de un alfarero aparece el arte.  Acabo de leer una alerta sanitaria que acaba de retirar varios lotes de tinto de verano de “La Casera”, peligrosos para la salud por contener pequeños fragmentos de vidrio. Yo siempre he mantenido que lo mejor para disipar el secaño es un buen trago de agua de botijo aireado y bajo la sombra de un patio. También me he enterado de que los botijos hechos en Salvatierra de los Barros (Badajoz) traen hasta el modo de empleo’ y código QR para aquellos que quieran introducirse en el  ‘arte’  de beber agua fresca de un recipiente arcilloso por medio de un pitorro. No cabe duda de que Salvatierra de los Barros sabe cómo manejar la arcilla para hacer vasijas. De hecho, el topónimo de esa ciudad hasta mediados del siglo XX fue ‘Salvatierra de los Jarros’. Allí a los alfareros les dicen ‘barreros’, y a los botijos les llaman ‘porrones bruñidos’ por el color rojizo de la arcilla utilizada. Lo importante de todo botijo no es que el agua salga fría sino fresca, al ir filtrándose a través de los poros de la arcilla y, al entrar en contacto con el ambiente seco exterior, una parte del agua se evapora, produciendo un enfriamiento equivalente a unas 500 calorías por cada gramo de agua evaporada. Por ese motivo siempre debe colocarse el botijo sobre un plato, tener siempre agua en su interior y no dejarlo nunca vacío. Si se queda vacío un  par de semanas, al llenarlo de agua tendrá sabor a barro. Me atrevería a decir que el botijo fue uno de los mejores inventos de Mesopotamia. En España, el más antiguo encontrado (hace unos sesenta años) está en el Museo Arqueológico de Murcia. Apareció en la necrópolis de Puntarrón Chico (Beniaján, Murcia) donde hubo un  poblado de la cultura argárica entre los años 2200 y 1550 a. C., que  debe su nombre al yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas (Almería). En resumidas cuentas: olvídese el lector del tinto de verano y beba agua fresca de un  buen botijo, de los que sudan. Aunque debo reconocer que una infusión caliente no refresca, pero hidrata de maravilla. Como dicen los estopilleros de Calatayud, “el congrio tampoco es mal ave”.

 

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