martes, 2 de enero de 2018

El "tonto útil"




En el cuento “El gato con botas” nos topamos de cerca con un tipo que se hace pasar por el Marqués de Carabás y que gracias al ingenio de un gato recibido en herencia consigue salir de pobre. Es un cuento popular europeo recopilado en 1500 por Giovanni Francesco Straparola en su novela “Las noches agradables”, en 1697 por Charles Perrault en su libro “Cuentos de mamá ganso” como “El gato maestro” y anteriormente en 1634 por Giambattista Basile como “Cagliuso”. El gato del cuento, listísimo, desinteresado y con una gran fidelidad hacia su amo, es la antítesis de los trepas, que detectan el ingenio de los demás para aprovecharlo en beneficio propio. Los hay muditos, sabihondos, cómodos, oportunos y mandamases. Los muditos escuchan y a la menor oportunidad venden  ideas ajenas como propias; los sabihondos engordan su ego y aparentan saber de todo lo que ignoran; los cómodos mantienen su posición de “vida-muelle” y nunca te ayudarán; los oportunos hacen las faenas más cómodas y lucidas; y los mandamases pretenden que los demás hagan lo que ellos dicen que hay que hacer. No soportan que se les lleve la contraria. Yo, como la mayoría de los trabajadores por cuenta ajena, los he sufrido en mis carnes. El jefe suele tener en estima a los trepas y se aprovechan del “tonto útil” que intenta tener falsos amigos. El jefe es conocedor de que el trepa sin el oportuno “corifeo” se desactiva de inmediato. Un día, el trepa se ofrece al jefe como chófer, para llevar a varios trabajadores en el coche de la empresa hasta sus domicilios a mitad de la jornada y devolverlos dos horas después. El trepa, de ese modo, se ahorrará tener que utilizar su propio vehículo y el correspondiente gasto de gasolina. Lo consigue. En apariencia todo es coser y cantar. Pone el coche en marcha y espera un rato hasta que los tres o cuatro operarios se monten. Dos horas más tarde, en un recorrido parecido, regresan al trabajo. Pero a los pocos días, el trepa aprovecha cualquier excusa (acercarse hasta el apartado de Correos por ver si ha llegado una carta que espera el empresario, llevar una letra de cambio a un banco, etcétera) para salir quince minutos antes y poder usar el coche en solitario. A los pocos días, el trepa ya va solo en el coche de empresa a comer a su casa. Al poco tiempo, con cualquier otra excusa, termina llevándose el coche también por las tardes hasta la mañana siguiente, de lunes a viernes. Pero el trepa, que tiene un hijo licenciado, se ofrece al jefe para que éste le dé clases particulares y de forma gratuita a su hijo torpe, al que le están suspendiendo en determinada asignatura en todas las evaluaciones escolares. Y el trepa termina por ganarse la voluntad del mediocre empresario. Pocos meses después, el trepa consigue convertirse en apoderado y recibir (en lo que él entiende en absoluta reciprocidad) una vez al año un sobre con dinero en efectivo, siempre en 'black', que el resto de los empleados no recibe. Estos vampiros del esfuerzo ajeno se nutren del silencio de las víctimas y de los compañeros. Un trepa es sabedor de que termina desintegrando  un grupo si no está unido. Y todos sabemos que al pequeño empresario, que de empresario no tiene nada, le interesa una cierta desunión entre sus subordinados como forma de salir él fortalecido. Uno blanquea dinero y el otro no lo declara. Por el contrario, en el caso del cuento “El gato con botas”, el misino hizo lo imposible por beneficiar a su amo sin esperar nada a cambio: “Cuando pasó junto al río –se cuenta en el relato- la carroza del rey, el gato comenzó a gritar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el rey ordenó a sus guardias que lo salvaran y el gato aprovechó para contarle al rey que unos forajidos habían robado la ropa del marqués mientras se bañaba. El rey, en agradecimiento por los regalos que había recibido de su parte mandó rápidamente que le llevaran su traje más hermoso. Con él puesto, el marqués resultaba especialmente hermoso y la princesa no tardó en darse cuenta de ello. De modo que el Rey lo invitó a subir a su carroza para dar un paseo...”. Y colorín, colorado...

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