lunes, 29 de enero de 2018

Toquemos madera




Hoy lunes 29 de enero es festivo en Zaragoza por celebrarse la fiesta de su patrón, san Valero. En la Plaza del Pilar viene siendo costumbre colocar puestos ambulantes para la venta de roscones. Pero esta mañana la prensa local me ha hecho dar un brinco en el asiento. Señala que “un estudio científico advierte de que el llenado del embalse de Mularroya, en la comarca de Valdejalón,  podría provocar un terremoto, en opinión de siete profesores de las Universidades  de Zaragoza y de Burgos y del dueño de la consultora  Geoscan”. A uno, que ya tiene muchos años sobre sus espaldas, le viene a la cabeza el recuerdo de la rotura de la presa de Puentes, cerca de Puebla de Sanabria, el 9 de enero de 1959 y que causó la muerte de 144 vecinos de Ribadelago, pueblo situado a 8 kilómetros río Tera abajo, de los que sólo se pudieron rescatar 28 cadáveres,  al dejar escapar la rotura del muro de contención casi 9 millones de metros cúbicos de agua embalsada. La responsabilidad de aquel desastre recayó sobre un  chivo expiatorio, o sea, sobre un encargado de la obra, la empresa titular de la explotación, Hidroeléctrica Moncabril, se fue de rositas y las indemnizaciones fueron  ridículas: 90.000 pesetas de la época por cada fallecido varón, 60.000 pesetas por cada mujer fallecida y 25.000 pesetas en el caso de los menores de edad. Precisamente el pasado viernes se presentó en la ciudad de Toro la publicación del libro “Tráeme una estrella. Tragedia de Ribadelago” (Ponferrada,  Ediciones Hontanar, 2017,  334 páginas) escrito por María Jesús Otero Puente. Su autora tenía sólo 10 años cuando sufrió un trauma difícil de superar pese a haber transcurrido 59 años. Toquemos madera.

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