Resulta chocante un reportaje de The Times sobre los españoles. Dice ese
diario de nosotros lindezas de este tenor: “Son tragones, maleducados,
gritones, sucios y vagos”. Y sobre nuestras
costumbres culinarias afirma que “es el país del aceite de oliva”. Ahí aciertan.
Eso nos debe llenar de orgullo. Les asombra que
dediquemos algo de tiempo a lo que en Aragón conocemos como “almuerzo”
en otra acepción académica del diccionario de la RAE referida a la comida de
mediodía, o sea, tomar un bocadillo a media mañana. “Dos
horas más tarde –señala The Times- los
españoles se toman un menú de tres platos que les lleva entre dos y tres horas.
Después, la siesta”. Bueno, eso de la cantidad de platos, depende. Lo normal es
tomar dos platos, salvo que estemos invitados a la BBC, es decir, a bodas,
bautizos o comuniones. En 2017 llegaron a España más de 82 millones de turistas
internacionales, lo que supone un 8’9% más que el año anterior, sólo por detrás
de Francia y Estados Unidos. Y gran parte de ellos fueron británicos. Lo que no cuenta The Times es que algunos turistas británicos hurtan a los hoteles
españoles más de 50 millones de euros anuales por el procedimiento de las
falsas diarreas, que se desmadran hasta la grosería en Magaluf, en la isla de Mallorca, donde
conviven sexo, drogas, borracheras, balconing, mamading en la vía pública, etcétera, de forma bochornosa. Si a
los ingleses no les gusta España, ¿por qué vienen año tras año? Les sugiero que,
de ahora en adelante, veraneen en Gibraltar con los monos, si se lo permite Fabián
Picardo, ministro principal de la
Roca. El artículo de The Times forma
parte de la extensa “Leyenda Negra” que se cierne sobre España desde el siglo
XVI. Me viene a la cabeza la famosa “gripe española”, acaecida hace ahora un
siglo. Una pandemia que trajeron las tropas norteamericanas a Europa y que
diezmó la población de muchos países, también de España. Casos similares
ocurrieron en México, Rusia, Irán, Nueva Zelanda, etcétera, que causó casi 50
millones de muertos. Los
principales países beligerantes de la Primera Guerra Mundial hicieron todo lo
posible por evitar dar ánimos a sus enemigos, así que en Alemania, Austria,
Francia, Reino Unido y Estados Unidos se suprimió la información sobre el
alcance de la enfermedad. España, al ser
neutral, no necesitaba ocultarla y se dieron datos estadísticos que nos
perjudicaron. Respecto a la siesta, les recordaría a los hijos de la Gran
Bretaña que Churchill afirmaba que
debía dormir una siesta entre el almuerzo y la cena y Thatcher decía que en torno a las tres de la tarde no debía ser
molestada. Hay costumbres que no deben perderse ni soñando.
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