Se ha muerto Maruja
Callaved. Era de los tiempos de la televisión en el madrileño Paseo de la Habana, cuando sólo unos
pocos tenían televisión en casa para poder ver unos programas soporíferos, como aquellos
telediarios que leía en directo Jesús
Álvarez, donde se alababan los pantanos del franquismo y las empresas del
INI donde siempre aparecía Santiago
Foncillas con el incensario en la mano, o los programas de Laura Valenzuela, José Luis Barcelona, “La casa
de la Pradera”
o “Walter y la familia Corchea” para
entretener a los niños. El resto de los mortales, los que entonces sólo
disponíamos de radio de válvulas, veíamos la televisión en el bar de la
carretera, que servía comidas a los camioneros en ruta, y en aquellos
teleclubes donde se podían ver los partidos de Primera División los domingos
por la tarde sin pagar entrada. Maruja Cañaved, recuerdo, ponía su voz en off
en muchos programas y hasta contó con una sección de gastronomía, “Vamos a la mesa”, a la hora de comer,
cuando los españoles sorbíamos sopas de avecrem
con fideos sobre mantel de hule y bebíamos vino peleón con gaseosa La
Revoltosa, mientras escuchábamos un clarín, el “gloriosos
caídos...”, las señales horarias en el reloj de la Puerta del Sol que
anunciaban las dos y media de la tarde y un “parte” donde el locutor solía
comenzar: “Su excelencia el Jefe del Estado, generalísimo Franco, ha recibido en su residencia de El Pardo una
representación...”, para continuar diciendo que “en un discurso pronunciado
ante el Parlamento Británico, el ministro de Asuntos Exteriores, Selwin Lloyd, ha dado cuenta de los
motivos por los cuales ha invitado oficialmente al ministro de Asuntos
Exteriores señor Castiella para
poder recordarle que hay que mejorar las relaciones hispano-británicas”..., y
que “el representante español en las Naciones Unidad, José Félix de Lequerica....”, etcétera.. Aquellas noticias radiadas
producían sopor y ayudaban mucho a hacer la digestión de la sopa, de los
gabrieles o de las píldoras del doctor Negrín,
que contenían mucho hierro. En aquellos años no existían ni la cocina de autor
ni los programas culinarios de Arguiñano.
Su actual restaurante de Zarauz era entonces algo parecido a un viejo caserón
cerca de donde terminaba el malecón de la playa. Como decía, ha muerto la
jacetana Maruja Callaved a los 97 años, supongo que convencida de que España
fue un hermoso proyecto que nos salió mal. Y nos ha dejado la locutora al marcharse
de este mundo entre estallidos de triunfo de un decadente y mentiroso Rajoy, escorados a estribor con
gruñidos de complacencia, rezando letanías lauretanas, con el culo pajarero y saltando a la comba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario