Con Gregorio
Serrano al frente de la
Jefatura de Tráfico pronto será necesario llevar en el
pequeño utilitario un remolque para portar todos los cachivaches necesarios que
todo dominguero que se precie debe tener a mano en caso de nevada si circula
por la AP-6. Además
de pala, gorro, guantes, barritas energéticas, una manta, anticongelante, un
cartel de socorro, triángulos, chaleco reflectante, radio
portátil, una lata de aceite, cadenas,
rueda de repuesto, silbato, garrafa de agua, caja de herramientas, pinzas para
la batería, un rascador de parabrisas, una eslinga, un cargador de móvil, gato
y caja de herramientas, no estará de más añadir a todo ello unas novelas de Lafuente Estefanía, un termo con café
con leche, una manta de cuadros, una caja con bengalas, un piolet, un casco,
una lata de dulce de membrillo, una caja de quesitos “El caserío”, de El caserío me fío, una lavativa, un orinal, un botiquín, unos
bolígrafos de repuesto, unos sobres con sacarina, una goma de borrar, un cuadernillo
de una línea, un misal, un rosario, un cepillo de dientes, “kanfor” para aplicar a los zapatos, una pastilla de jabón “lagarto”, tebeos para los niños, el
último ejemplar de la revista “Hola”
para la suegra, crema “Pons” belleza
en siete días para la esposa, unos prismáticos, una escafandra de buzo, un
extintor, un triángulo para el cristal trasero donde ponga “bebé a bordo”, un cartel para el salpicadero con el eslogan “papá no corras”, una imagen de san Cristóbal con imán, una armónica,
unos cubitos de “avecrem”, un perrito
de plástico que mueva la cabeza, dos cojines con muchas puntillas, y un
cartelito para la trasera donde diga “ser
español es un lujo, ser aragonés es un título”. Creo que no me dejo nada. Si
acaso, una lata con petardos para poder asustar a las alimañas que aúllan
blasfemias, a los cimarrones y a la fiera corrupia con mezcla de cien sangres
escapada de algún circo que se acerquen sigilosos en plena noche hasta el
arcén. Los consejos de Gregorio Serrano, que parece una copia casi perfecta de Juan Antonio Zoido, en su forma de
expresarse, en sus hechuras y en su acendrado amor por Sevilla, no deben caer
en saco roto. El que fuese concejal delegado de Empleo, Economía, Fiestas Mayores y
Turismo en el Ayuntamiento de Sevilla siendo Zoido alcalde sirve para un roto y
para un descosido. Es capaz de controlar el tráfico rodado desde su casa, a
quinientos kilómetros de Madrid, con sólo mirar unos paneles como de los “Juegos Reunidos Jeyper” que tiene en la pared del cuarto de estar. Yo
diría que Gregorio Serrano podría llegar a amansar basiliscos con su mirada,
como hacía san Trifón. Tiene en sus
manos una Jefatura, la de Tráfico, donde casi todo se arregla a base de sabios
consejos: “Si bebes, no conduzcas”,
“Papá, ven en tren”, “Lleva siempre en el maletero kit de viaje”, etcétera.
Ya digo, Gregorio Serrano es como un san
Cristóbal en la barca de Carón.
Lo más aconsejable, además de llevar el abultado kit en el coche, sería pedirle a Gregorio Serrano el envío de una
reliquia; por ejemplo, un pedacito de su corbata por medio de Amazón, como las que venían adosadas
dentro de un circulito en las estampitas del beato Valentín de Berriochoa, aquel pariente lejano de Urdangarín decapitado en Vietnam.
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