Hoy cumple Juan Carlos de Borbón 80 años. Le felicito y le deseo lo mejor. En
el diario ABC, Ignacio Camacho señala que “Juan Carlos es hoy un jubilado con
prisa por vivir, entregado al recorrido hedonista de su último trayecto. Esta
es una época de presentismo acelerado y tajante, cruel con la memoria, y el
reconocimiento que merece su gigantesca obra política no llegará hasta el
instante mismo de su entierro. La lúgubre profecía del rey Faruk [tras ser desposeído de su trono en Egipto por el militar Nasser referido a la reina de
Inglaterra y los cuatro reyes de la baraja] la supo conjurar con un volantazo a
tiempo”. Charles Powell, en otro
artículo dentro del mismo diario, entiende que “la tarea que definió su Reinado
consistió en impulsar la transformación del sistema político a fin de generar
una nueva legitimidad racional-legal de raíz democrática, pero sin vulnerar la
legalidad heredada”. Un bucle, sin duda, complicado. Impulsar una
democracia tras haber jurado los Principios
Fundamentales del Movimiento se me antoja arduo y dificultoso, como así
fue. Sigue diciendo Camacho que en noviembre de1975, cuando fue coronado el
entonces Príncipe de España en lo
que entonces se llamaban Cortes Españolas, “tampoco le
adornaba la legitimidad dinástica, que su padre, Juan de Borbón, encarnaría con gran
dignidad hasta renunciar a sus derechos en mayo de 1977”. Aquella
segunda restauración borbónica no convenció a muchos ciudadanos, conscientes de
que Juan Carlos había sido puesto a dedo
por el dictador Franco para dejarlo
todo “atado y bien atado”. Nunca se tuvo en cuenta aquel deseo de Juan Prim cuando dijo aquello de “los
Borbones nunca más”, tras el exilio
forzado de Isabel II. Sin embargo,
seis años más tarde se entronizaba a su hijo Alfonso XII y se ponían en
práctica los cuatro pilares de Cánovas: rey, cortes, constitución y turno (alternancia
pacífica entre dos partidos). Algo similar a lo que se pretendió hacer en
España a partir de 1978 con una oligarquía de partidos disfrazada de
democracia: monarquía, cortes, constitución y alternancia PP-PSOE. Entonces, como ahora, el sistema fue oligárquico
y la Iglesia Católica
ganó poder económico e ideológico. No olvidemos que la Iglesia controlaba una
gran parte de la educación, como sucede ahora, y que aquel privilegio
desapareció con la Constitución de la II República. Por
esa razón, la jerarquía eclesiástica, que siempre está al sol que más calienta,
elevó el golpe de Estado de 1936
a la categoría de Santa Cruzada de Liberación. Y no
deseo contar, por no alargar la faena, cuando en los primeros días de agosto de
aquel año, Juan de Borbón, abuelo del actual rey, Felipe VI, con nombre supuesto cruzaba la frontera para luchar en
la guerra civil contra el gobierno legalmente establecido. La historia siempre se repite para nuestra
desgracia. Peino canas y conozco todos los cuentos.
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