Casi siempre, serán manías, comienzo leyendo la prensa por El Mundo. Hoy, sábado, me sorprenden Cristina de Borbón, que dijo cuando se
despidió de sus “colegas” (la prensa dice compañeros) de banquillo: “Qué ganas
de acabar con esto para no volver a pisar este país”; y la entrevista que Rafael J. Álvarez le hace a Arturo Pérez Reverte, donde el
escritor, a la pregunta: “¿Qué saben Gürtel, Púnica, los ERE de Andalucía,
Valencia toda, las tarjetas black o Urdangarin
de nosotros?”, responde: “Lo saben todo. Nos conocen demasiado bien. Somos sus
cómplices activos o pasivos, y lo saben. Lo que realmente nos indigna de ellos
no es que robaran, sino que nos dejaran fuera del negocio”. Sorprende que una
infanta de España que ocupa la séptima posición en el orden de sucesión al
Trono, por un lado, desee no volver a
pisar este país; y, por otro, se niegue a renunciar a sus derechos en el orden
de sucesión. Lo que no me sorprende, y lo digo así de claro, es que muchos
españoles –monárquicos o no- estén indignados porque los corruptos les hayan
dejado fuera del negocio, sabedores de que ni la infanta en cuestión ni el
largo rabo de responsables políticos y financieros que intentan arruinar España
no van a ir a la cárcel ni van a devolver el dinero trincado. A la cárcel sólo
van los raqueros (no confundir con rateros) y no por mucho tiempo.
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