El Periódico de Aragón
entrevistaba el 6/6/12 a José María Pisa
Villarroya con motivo de haber conseguido el Premio Nacional de Gastronomía 2012 a la Mejor Publicación,
concedida por la Real Academia de Gastronomía, por su libro Biografía de la paella. Entre sus líneas
aparece la receta de paella según La
cocina moderna (1857. Biblioteca Nacional), ahí llamada Sartén a la valenciana (paella),
desvelada por Pisa en su libro y recordada por Mikel López Iturriaga y su equipo en la sección El Comidista, del diario El País (octubre 2016) bajo el epígrafe La paella sí llevaba chorizo. El libro Sartén a la valenciana (paella), según la
escuela francesa y española salió publicado en La cocina moderna en 1857 y escrito por los cocineros, M. Garciarena y Mariano Muñoz. Aquella manera de hacer el guiso parece que fue la “ortodoxa”,
según los puristas. Contenía sólo agua, aceite, sal, pollo, tomate, azafrán,
judías verdes y arroz. Más tarde se añadirían lomo de cerdo, salchichas, ajo,
pimiento encarnado, perejil, guisantes, anguila y caracoles. Y esta es la
receta de hace 159 años descrita en La
cocina moderna:
“Prepara una sartén cuyo fondo sea igual a la hornilla donde se ha de
poner y que tenga esta fuego de carbón o leña bien encendido; se le echa aceite
o manteca de cerdo en porción, y cuando está bien caliente se fríen en ella
unos cuantos pimientos los que después fritos se sacan para limpiarlos cuando
se necesiten; se echan enseguida a freír pollos, patos, lomo de cerdo y
salchichas, todo hechos pedazos y cuando están dorados se ponen dos o tres
dientes de ajo mondados y cortados, tomate, perejil, pimiento encarnado, sal,
azafrán y un poco de pimienta y clavo; se revuelve todo esto hasta que esté
bien frito; entonces se ponen alcachofas, guisantes o judías verdes desgranadas
o bien hechas pedazos; se le da dos vueltas para que se rehogue y en seguida se
aumenta caldo o agua caliente y se deja hervir hasta que todo esté
cocido. Entonces se aviva el fuego, se aumenta el caldo necesario y cuando
cuece, se echa el arroz suficiente hasta que meneando con una cuchara se tenga
derecha en el centro: se hace partir a gran fuego, aumentándole los pimientos y
algunos trozos de anguila. Algunos ponen junto a las anguilas
algunos caracoles bien lavados. A medio cocer se le disminuye el fuego y se
deja marchar poco a poco, (más a todo esto sin tocarlo ni menearlo) cuando está
a punto se saca y después de un poco de reposo, se sirve. Se ha de
procurar que el arroz quede entero, cocido y sin caldo, de suerte que al comerlo
no esté unido sino suelto lo que se consigue poniendo el agua necesaria y
llevando las reglas arriba dichas".
A continuación llegaba el ritual para degustar el arroz en
paella, por el recurrente método de “enganchada y paso atrás”, que se aplicaba
por regla general a toda clase de guisos y con todos los comensales en el suelo
o alrededor de una mesa en la que casi no se hablaba y donde era costumbre
secular santiguarse antes de hincarle el diente a la pitanza, pasar un porrón
de vino de mano en mano para refrescar “a los fatigados en combate” y besar un
pedazo de pan en el caso de que a alguien se le cayera al suelo. Esta forma rústica de comer se llamó en latín conductum, y en lengua romance castellana conducho, definido por Corominas en su diccionario (1954) como "todo lo que se come con pan".
"La paella no
se come sin cierto ceremonial. Colocada en el centro del círculo de asistentes,
sentados comúnmente en el suelo, o sobre el asiento que su suerte les depara;
se clavan las cucharas planas de madera que cada comensal ha traído de casa, en
rueda al rededor de la sartén y dentro del arroz, formando una especie de
empalizada. Aunque es ya regla inviolable, se previene sin embargo por el
paellero, que nadie avance sino en el
terreno que tiene delante, y en marcha progresiva pero no lateral, sin usurpar
los derechos ni los torreznos del vecino, si la fortuna se los proporciona,
Porque el paellero previsor distribuye el empedrado de la paella en términos
que nadie tenga motivo de quejarse de parcialidad, ó predilección hacia este u
otro ángulo de la misma. Cada uno debe contentarse con los trozos que le salgan
al paso de su cuchara; pero la cortesía y la galantería se imponen, y el que tiene
la suerte de alcanzar un muslo de pollo (cuixeta), que es el bocado tenido por
más excelente, rara vez deja de brindárselo al hombre más respetable o a la
belleza predilecta entre las de la reunión. Aunque para las mujeres está
reservada especialmente la cresta del pollo, que tiene la maravillosa propiedad
de aumentarles la hermosura a las guapas, y hacer guapas a las que no lo son. El
ataque, pues, se realiza simultáneamente
por toda la circunferencia de la sartén; las brechas se abren con regularidad,
y los asaltadores caminan desde el exterior al centro vía rápida con mayor o
menor velocidad, según poseen más o menos desarrollada la facultad e
instrumentos de masticación. Pero la comida debe interrumpirse con frecuencia,
a fin de refrescar a los que se hayan fatigados del combate. Dada la señal,
clava el paellero en el punto céntrico de la paella un mojón o mendrugo de pan,
como una especie de bandera parlamentaria; el cual anuncia la suspensión del
ejercicio mandibular, es decir, que prohíbe comer, hasta que todo el mundo haya
bebido”.
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