En su artículo de ABC, “Tener claro qué es lo que somos”, Ramón
Pérez-Maura señala: “Vivimos en un tiempo en que debería dejar de tener
sentido el definirse como ‘monárquico’. Eso tuvo razón de ser durante la II República y la
dictadura del general Franco,
cuando el jefe de la Casa Real vivía en
el exilio. En la España
presente, cuando nuestro sistema político respaldado por los españoles en un
referendo constitucional es la Monarquía parlamentaria, deberíamos
considerar monárquicos a cuantos apoyan la vigencia de la Constitución.
Incluso a quienes crean que puede ser mejorada sin alteraciones de fondo a ese
capítulo”. ¡Toma ya!
Pérez-Maura, por un lado, debería recordar las palabras de Adolfo Suárez en una entrevista inédita al expresidente en 1995,
que desveló el programa La Sexta Columna el
pasado mes de noviembre. Suárez confesó en aquella entrevista que incluyó la
palabra rey y monarquía en la Ley de la Reforma Política
de 1977 para no tener que hacer la consulta. Sabía que, de hacerla, se
perdería. Por otro lado, no hubo jefe de la
Casa Real en el exilio. Al perder la Corona Alfonso XIII por vergonzoso abandono, se
terminaban los derechos dinásticos. Juan
de Borbón se convirtió en un pretendiente al Trono al considerarse heredero
de no sabemos qué derechos dinásticos. No consiguió sus propósitos. Y Juan Carlos fue sucesor “a título de rey” por deseo expreso de un sátrapa. Podría haber
elegido a cualquier otra persona. “En alguna ocasión –sigue escribiendo
Pérez-Maura-- ha quedado dicho que uno de los errores del reinado de Juan Carlos I fue
no asentar la idea de la
Monarquía teorizando sobre ella, haciendo una política
divulgadora de este sistema político que tiene asiento en algunos de los países
más desarrollados del mundo y que en las democracias da una estabilidad
política incomparable. Los muchos años de merecida bonanza de ese reinado,
combinados con el arrollador don de gentes del anterior Soberano, llevaron a no
prestar atención a esa cuestión”. Al señor Pérez-Maura habría que recordarle
que en España no hubo monárquicos. Si acaso juancarlistas.
Y aquel juancarlismo “instalado” se fue deteriorando progresivamente por los
errores tremendos del Monarca y por la poca ejemplaridad de una de sus hijas y
de uno de sus yernos, en la actualidad pendientes de sentencia por los
Tribunales de Justicia. La abdicación de Juan Carlos de Borbón, obligada por
las circunstancias, fue una muestra patente de ese deterioro. El bisnieto de Antonio Maura, según eldiario.es (Raúl Sánchez, 17/6/16), “usó la
amnistía para legalizar ocho millones escondidos en Suiza”. Conque menos lobos,
Caperucita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario