Los lutos ya casi no se llevan, salvo en la etnia gitana y
en algunas aldeas perdidas. Antes, recuerdo,
los lutos duraban como mínimo un año y eran de cuerpo entero: traje,
corbata, calcetines… Y en las gabardinas, por ser de color maleta, se colocaban
unos brazaletes sobre el antebrazo izquierdo. La gabardina era un cruce de
palabras: gabán y tabardina. Otros entienden que era un derivado de
garibaldina, aquella prenda que comenzaron a usar las tropas de Garibaldi en
1861, pero que nadie intente encontrarlas en la película El gatopardo, de Luchino
Visconti. Pero a lo que iba, moreno. En las tintorerías solía haber un
cartel donde ponía “lutos en 24 horas”,
que nos producía una cierta desazón. Escrito así, qué quieren que les diga… Y
si nos remontamos a la lorquiana obra teatral La casa de Bernanda Alba el luto se hizo eterno. El luto se
extendía a las cartas y sobres, que lucían una orla negra superior a dos puntos
de cícero. De hecho, la edición extraordinaria del BOE del viernes 21 de
noviembre de 1975 y la del día siguiente, llevaron orla de luto por la muerte
de Franco. Y alguno de ustedes se
preguntará el porqué de que salga hoy, Día de la Constitución, con
este romance. Pues, sencillamente, por haberme desayunado con el artículo de Antonio Burgos en ABC de Sevilla, “Horror
vacui” heladero y dental”, donde escribe: “Porque en la Sanidad pública sólo
existe el Servicio de Sacamuelas: si te duele, te la extraen y listo. Y son
clientes que mandan a la moda de las clínicas dentales, para que el implante de
reglamento (sic). Implantes cuyos anuncios me recuerdan los de las viejas
tintorerías: "Lutos en 24 horas". Ahora hay quien dice que en 24
horas te pone todos los piños nuevos, enteritos, con implantes”. Me he quedado
sin saber qué ha querido escribir Burgos después de “…para que el implante de reglamento…”. El luto tuvo sus
escalafones: un año para los padres, seis meses para hermanos y abuelos…Pasado
ese tiempo se pasaba al medio luto, donde la ropa ya podía ser gris o malva y
cambiar el azabache por las piedras de colores. La indumentaria de las señoras
enlutadas de finales del XIX quedó plasmada de forma brillante en el cuadro Hivern, de Francisco Masriera. Había anuncios publicitarios tan peculiares
como los de Nuevo Mundo, donde en
1910 se anuncia en La villa de París
(Madrid, Atocha, 67) que “tiene instalada una nueva sección para lutos, con
gran surtido, siempre disponible, en vestidos de riguroso luto y todas las
tallas”. Añade que se realizan vestidos a medida en 24 horas. Como pieles se
usará sólo el astracán, etc. Como podemos observar, 24 horas era el tiempo que
se concedía a las damas para que pudiesen cambiar de aspecto. Era como el
ultimátum de una sociedad esclerotizada que en cuestiones de dolor no se andaba con paños
calientes.
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