martes, 12 de marzo de 2019

El sombrerero de Guadix



Mi escrito de ayer, “Los cerros de Úbeda” me ha dado pie de alguna manera para que hoy siga haciendo referencia a Manuel Alhama Montes, que firmaba sus trabajos el semanario de su dirección “Alrededor del mundo” como Wanderer, cuya publicación, muy amena y de estilo costumbrista, estuvo en los quioscos  desde 1899 hasta  septiembre de 1930. Hoy, como digo, haré referencia a la polémica suscitada por su padre, José Alhama Teba, nacido en Guadix el 1 de noviembre de 1825 y de profesión sombrerero. En 1946 fue llevado a prisión, donde permaneció interno cuatro años, por la muerte de Juan Ortiz. Muerto su padre, José Alhama y su familia se trasladaron a Granada y en la calle  Zacatín, 44  tuvieron el negocio de sombreros.  Años más tarde se casó con Piedad Montes por el rito evangélico. Tuvieron dos hijos. Su vida discurría tranquila hasta que el día 5 de octubre de 1860 la policía hizo un registro en su domicilio. Según testimonio escrito por Antonio Rodríguez (“Historietas locales. La polémica internacional del sombrerero de Guadix”), y cito textualmente: “Al verse sorprendido José Alhama, arrojó al río Genil la documentación que le comprometía con los protestantes, pero la policía pudo encontrar libros y folletos evangelistas y una cartera con la relación de los 180 seguidores de Granada y cartas comprometedoras de, entre otros, Francisco de Paula Ruet y de Francisco Matamoros, máximos exponentes del protestantismo español, detenidos al día siguiente en Barcelona. Estos dos detenidos tenían que ser trasladados hasta Granada y debían hacerlo a pie y encadenados a una cuerda de presos si no podían pagar su traslado en tren y en galerna, así como de la pareja de guardias civiles que los escoltaban, por lo que se abrió una suscripción pública en Europa. Comenzaba el proceso español que más resonancia internacional tendría a  lo largo del siglo XIX, pues los países protestantes salieron en defensa de las víctimas de un abuso judicial. Numerosos observadores  extranjeros visitaron  a José Alhama en su celda para interesarse  por las condiciones de la prisión; el diputado lord Arthur Kinnaird  intervino ante la Cámara de los Comunes el 14 de marzo de 1862 para solicitar la mediación de la Corona inglesa ante la española; el periodista holandés Abraham Capadose denunció la  persecución del granadino en un libro traducido a tres idiomas (Herinneringen uit Spanje);  y los embajadores del Reino Unido, Francia, Países Bajos, Prusia, Baviera, Austria, Suiza  y Suecia se interesaron por su estado e intervinieron, con la mediación del bibliófilo Usoz y Río  ante Isabel II, el general O’Donnell y el duque de Montpensier para promover el indulto, pero un suceso inesperado vino a empeorar su situación. El día 1 de julio de 1861 se produce la revuelta de Loja liderada por Rafael Pérez del Álamo donde se repiten junto a las proclamas de ‘¡Viva la república!’, ‘¡Muera la reina!’, y ‘¡Muera el papa!’, lo que hizo recaer en Alhama la sospecha de una participación en el levantamiento e incluso de haber aportado un suma importante  de dinero a la conspiración, por lo que fue aislado y torturado, pero el arrepentimiento del principal testigo, apellidado Espinosa, que intentó suicidarse dos veces, y su retracción, hizo que se absolviera al accitano de esta intervención. Finalmente el 20 de mayo de 1863, merced a la presión internacional,  fue deportado a  Gibraltar. Como relató ‘La Correspondencia de España’, viajó en diligencia a Málaga, donde fue aclamado por la multitud y desde allí, en barco, al Peñón, donde se instaló y continuó con su profesión de sombrerero. Tras la Revolución del 68, al decretarse la libertad de cultos, fue indultado por el general Prim y regresó a Granada, donde pudo reanudar libremente su actividad como predicador y sombrerero en mismo local que tuvo tiempo atrás”.

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