viernes, 8 de marzo de 2019

Labor de zapa



En referencia a la manifestación convocada para hoy por la igualdad entre mujeres y hombres en todas las capitales de provincia,  es necesario recordar que el Partido Popular ya había anunciado que no iba a asistir a tales actos reivindicativos. Nada que objetar. Cada ciudadano es libre de poder unirse, o no, a aquellos actos que estime oportuno. En este sentido, Javier Pérez Royo, en  eldiario.es señala que “la trayectoria del PP ha sido contraria al principio de igualdad. Y lo sigue siendo”. Y añade que “por eso se encuentra tan cómodo con Vox y está haciendo todo lo posible y lo imposible por blanquearlo”.  (…) “Las convocantes de la manifestación -sigue diciendo Pérez Royo- no pueden haberse olvidado de que AP se opuso a la primera ley de interrupción del embarazo, la ley de supuestos de 1985 y que interpuso un recurso previo de inconstitucionalidad contra la misma. Tampoco pueden haberse olvidado de que se opusieron a la segunda ley, la ley de plazos de 2010, y que interpusieron un recurso de inconstitucionalidad contra ella, que todavía no han retirado. Tampoco pueden haberse olvidado de que se opusieron a la ley que reconocía el derecho al matrimonio a personas del mismo sexo y que también interpusieron recurso de inconstitucionalidad contra la misma. Tampoco pueden haberse olvidado de las manifestaciones que, de la mano de la jerarquía eclesiástica, hicieron contra todas estas leyes”. A mi entender, la jerarquía eclesiástica debería dejar de hacer labor de zapa y dejar de entrometerse en asuntos que conciernen a los ciudadanos que conforman un Estado aconfesional. Si desean hacer política, que sus miembros con capelo cardenalicio se presenten a diputados. La Iglesia española, que se benefició hasta la grosería de los acuerdos Iglesia-Estado firmados el 3 de enero de 1979, ya tuvieron un mal precedente. Me refiero a los cinco acuerdos firmados en Roma el 28 de julio de 1976 (el primero), y el 3 de enero de 1979 (los otros cuatro), entre Marcelino Oreja y el cardenal Villot, por los que se adjudicaba al Jefe del Estado el nombramiento del vicario general castrense con la graduación de general de división. Por el primero de aquellos acuerdos fue por el que se concedía tal prerrogativa al rey, algo que a todas luces parece ridículo, ineficaz y más propio de los tiempos del Marqués de Carabás en el cuento de “El gato con botas”.  En una Democracia Parlamentaria, determinadas cuestiones de Estado (ni la figura ni la función de vicario general castrense interesan a los españoles) deberían solventarse con más eficacia y menos esplendores de fuegos fatuos palatinos. Seamos claros: un general de división que no tiene mando sobre tropa es como un submarino en el lago del parque de El Retiro.  Carlos Hernández, en el mismo diario digital, entiende que “pasear autobuses por España con el rostro de Hitler resulta insultante para las mujeres y hasta para las víctimas del Holocausto, pero no pasa de ser una ocurrencia tan repugnante como ineficaz. El peligro radica en que la involución se venda, como ya se está intentando vender, como liberación. El objetivo de quienes se niegan a perder sus privilegios pasa por darle la vuelta a la tortilla y hacer pasar al feminismo por totalitario y a esa cosa que algunas llaman ‘feminismo liberal’ por liberador”. No se pueden poner diques de contención al océano, como algunos involucionistas trasnochados pretenden.

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