domingo, 24 de marzo de 2019

El río del olvido



El río Limia, ese río del sur de Galicia que nace en Monte Talariño (aunque en algún libros de texto se cuenta que nace en el lago Beón) y desemboca en la ciudad lusitana de Viana do Castelo donde el sol es devorado por las aguas del Atlántico, era conocido por los romanos que ocuparon la Península Ibérica como el “río del olvido”, ya que pensaban que todo aquel que lo cruzaba perdía irremisiblemente la memoria de quien era, el recuerdo de su familia y de todo su pasado. Aquel río era para los romanos invasores como esa Fuente de Lehte situada en el infierno, que borra los recuerdos de las almas que en ella intentan calmar su sed. Este es un viejo país de glorias y de remordimientos. Fuimos, éramos, tuvimos…, todas las formas verbales del pretérito. Nos hemos quedado en nada, como la hoja de culantrillo. Décimo Junio Bruto, que un día de éxito guerrero tomó el cognomen de  Galaico, rompió la leyenda y atravesó ese río de aguas cristalinas a bordo de una canoa. Cada año, los habitantes de Guinzo de Limia (Orense) realizan una performance de aquel episodio histórico cada penúltimo fin de semana de agosto, lo que los gallegos denominan como Festa do Esquecemento. ¿Fue Décimo Junio Bruto un héroe para sus legiones al atreverse a cruzar el río Limia? Decía Camba que “el heroísmo insuperable es una cosa muy parecida al miedo, mientras que el verdadero heroísmo es miedo superado. En cuanto a los héroes sin miedo, si no tienen miedo, ¿cómo pueden ser héroes? ¿Qué heroísmo puede haber en afrontar peligros que se ignoran o en dominar sensaciones que no se experimentan?”.  Lucir toisones a modo de collar en cenas de gala, o bandas de “paternina” bajo el frac, o heredar títulos nobiliarios con mucha prosopopeya no revalida nada en la persona que los luce u ostenta con ese cicatero destello de un faro de bicicleta.

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