martes, 5 de marzo de 2019

Los adentros del artista



Manuel Bohórquez cuenta en El Correo de Andalucía que ya no está bien visto cantar fandangos o trianeras en los bares de Sevilla a partir de las doce de la noche. Que los tiempos han cambiado y que la gente que vive en sus proximidades  necesita descansar. Y pone un ejemplo de cómo han cambiado las cosas. Lo que cuenta parece triste, y lo es: “El Niño de Fregenal, el Gordito de Triana, Antonio Sanlúcar o el Niño de Arahal se iban cada noche a la Venga Vega, en la carretera de Cádiz –más o menos frente al Hospital Militar–, para que un señorito les pusiera el puchero del día siguiente. No se me olvidará jamás la noche en que vi al guitarrista Antonio Sanlúcar, el hermano del gran Estéban Sanlúcar, durmiendo con la cabeza echada en la barra de madera de esta popular venta a la espera de que lo mandaran a un cuarto para entretener a algún borracho, de esos que iban con sus putitas y todo. Esto fue a mediados de los setenta. Un artista de la guitarra que acompañó a La Macarrona, Chacón y el Niño de Escacena en la capital de España en los años veinte, trabajando en un bar de carretera a cambio de unas monedas”. Eran tiempos en los que había que ganarse la vida de la forma que fuese. El señorito mandaba y el cantaor cantaba. No había vuelta de hoja. Es difícil matar el hambre cantando para el disfrute de ciertos tipejos nocherniegos  a fuer de rasgueos de guitarras y de cantes jondos que brotan de la oficina de las tripas como un quejido famélico; porque allí, en los adentros del artista, se cocinan los peores sinsabores con cada retortijón.

No hay comentarios: