Estos días estoy leyendo en los medios noticias que
parecen sacadas de La Codorniz, que
no son, precisamente para el lector más inteligente sino para el lector que ya
no sabe muy bien en qué parte del mundo se come los garbanzos. Una de esas
noticias es la de que el presidente de México, Andrés López Obrador, ha pedido por carta a Felipe VI que pida disculpas a su país por la conquista del imperio
azteca hace quinientos años por Hernán
Cortés en nombre de Carlos I y
haber creado el Virreinato de la Nueva España.
Hombre, ya puestos, también México podría devolver a España el tesoro artístico que escondían las bodegas del yate Vita, siendo jefe del Estado Lázaro Cárdenas, y que desaparecieron
en el puerto de Veracruz en febrero de 1939. ¿Qué transportaba aquel barco?
Nada menos que 110 bultos, entre lingotes de oro del Banco de España, brillantes,
cuadros de gran valor, reliquias y tesoros artísticos de catedrales depositados
en la Caja General de Reparaciones,
organismo creado en 1936 por Largo Caballero, siendo ministro de
Hacienda Juan Negrín. Los fondos
acumulados en aquella Caja estaban
valorados en 1937 en 640 millones de pesetas, que al cambio de hoy sería una
cifra de dinero muy considerable. Lo que no
termino de entender es para qué ha escrito el presidente de México otra carta
del mismo tenor al papa Francisco.
En fin, lo Cortés no quita lo Atahualpa.
Otra noticia que me ha llenado de estupor es la decisión de los vecinos del
Barrio de la Concepción, en Madrid, que han quitado unas cintas amarillas en
multitud de troncos de pinos, considerando equivocadamente que tenían alguna
relación con el Procés catalán, cuando
lo cierto era que esas cintas estaban colocadas expresamente en la lucha contra
la procesionaria. Ya ven cómo anda el aceite del candil.
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