El dentista me ha prohibido el uso de mondadientes,
ese palillo que los galopines y los ganapanes llevan pegado en la comisura de
la boca desde el final de la comida de mediodía hasta que por la noche se marchan a la cama.
Recuerde el lector el caso reciente de ese leonés, Sergio Álvarez, alias Panita,
al que la policía le dio aviso para que volviese a hacerse el DNI, esta vez con la foto sin
el palillo de dientes en la boca. Pero para aquel que no lo sepa, el cocodrilo
del Nilo de afilados colmillos también cuenta con la ayuda de un extraño
personaje, un pequeño chorlito que le limpia la dentadura cada vez que come.
Cuando el enorme reptil está haciendo la digestión con la boca abierta, el
pajarillo se introduce entre sus fauces y se lleva en el pico las sanguijuelas
adheridas a las encías del saurio. Pero el peligro para el troquillo o pluvial,
que de ambas maneras se le conoce, llega cuando el cocodrilo cierra la boca. Es entonces cuando el pajarillo amenazado de muerte trata de defenderse del
peligro. Pica la garganta del reptil hasta que vuelve a abrir la tremenda boca por la
molestia causada, lo que aprovecha el troquillo para salir de esa oscura caverna y continuar buscando
comida en fangales y cortezas arbóreas como si nada hubiese pasado.
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