domingo, 3 de marzo de 2019

Los domingos, bricolaje



Tres de marzo, san Emeterio y san Celedonio. A un vecino del piso de arriba le han comprado un taladro y un martillo y me está dando el día. Yo no sé qué hace: si una cruz de tablones de madera para portarla sobre los hombros el próximo Domingo de Ramos, o el montaje de una estantería de Ikea a la que le faltan piezas , para colocar  los doce tomos del “Monitor”  que se llevó de casa de una parienta tras su fallecimiento. Lo peor que nos puede suceder a los que habitamos un pisito de paredes finas es que a un vecino le regalen por las “bodas de plata”, o por su santo, un maletín  de bricolaje. Entonces se acabó la paz del domingo, poder leer la prensa de butacón y echar una cabezada a la hora del telediario. Uno entiende que al vecino molesto podía haberle dado por resolver crucigramas, leer los tres tomos de “El triángulo” de Ricardo de la Cierva, o por mirar por la ventana las nubes que pasan. Pero no, el pazguato le ha pillado gusto al retumbo de la broca y a martillar como si aporrease un bombo en Calanda. Es el prototipo de hombre descrito por  Julio Camba como “latero”, que está de más en todas partes; y que “tanto en los grandes hoteles como en los pequeños cafés, y lo mismo en la selva virgen que en el inmenso mar, allí donde haya un vertebrado o un invertebrado, un pájaro o un marisco, una hierba o un alga, allí dará la lata. Y entre la glacial indiferencia de las autoridades, henos aquí como esos perros que, con una lata atada al rabo, la oyen tanto mejor cuanto más corren”. De nada sirve llamar a un guardia para intentar que el tipo aminore el ruido. El guardia, estoy seguro que diría si reclamara su presencia ya harto, que no puede hacer nada contra ese colindante, al no llevar en el arnés donde sujeta la porra el artefacto de medir decibelios. O sea que nada, no queda otra que encomendarse a los santos Emeterio y Celedonio, decapitados en el arenal del río Cidacos, en Calahorra, por abrazar el Cristianismo y sin armar tanto guirigay como el sansirolé estridente que me ha tocado en suerte.

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