Ya en 1916, Ortega,
al hacer referencia a la “democracia
morbosa”, señalaba que el plebeyismo era el más insufrible de los tiranos.
Decía: “La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente
como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia
exasperada y fuera de sí, la democracia en religión, o en arte, la democracia
en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre
es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad. Cuanto más reducida
sea la esfera de acción propia a una idea, más perturbadora será su influencia
si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida”. Yo no me canso de
repetir que España no es una democracia plena, donde está instalada una oligarquía de partidos en la que los diputados,
elegidos en listas cerradas, jamás tiene contacto con el pueblo que les aúpa al
escaño salvo cuando se aproximan las siguientes elecciones, como en el caso de
ahora. Es entonces cuando esos políticos, que nadie conoce ni de lejos, y que han pasado toda la legislatura mirándose el
ombligo en su escaño sólo condicionados a tener que votar como una piña aquello que se les ordena por disciplina, se
dejan ver en parques y plazas cada vez que el calendario señala una fiesta
campestre. Y entonces cuentan en privado lo que no se atreven a decir en
público. Es la única manera posible de continuar saliendo en la próxima lista,
esa “foto” a la que hacía referencia Alfonso
Guerra cuando era un engurrumido gusarapo; o sea, antes de sufrir una
extraña metamorfosis y salir rana. Parecido a lo que le ocurrió a Felipe González, el hombre de la
chaqueta de pana con olor a caries y al que, ahora, ¡lo que es la vida!, le
aburre hasta la asistencia a los consejos de administración. Pues bien, ese es el caso zaragozano de la “cincomarzada”, ahora que se aproximan
las elecciones autonómicas, municipales, europeas y generales. Todo el
ramillete de politicastros aparecerá (doy por hecho que aparecerá) como setas
simpatizando con la plebe, con la única pretensión de intentar dilatar su poder
personal el mayor tiempo posible. Los mítines en plazas de toros y amplios
salones llegarán más tarde, cuando toque.
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