sábado, 2 de marzo de 2019

Democracia exasperada



Ya en 1916, Ortega, al hacer referencia a la “democracia morbosa”, señalaba que el plebeyismo era el más insufrible de los tiranos. Decía: “La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión, o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad. Cuanto más reducida sea la esfera de acción propia a una idea, más perturbadora será su influencia si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida”. Yo no me canso de repetir que España no es una democracia plena, donde está instalada una  oligarquía de partidos en la que los diputados, elegidos en listas cerradas, jamás tiene contacto con el pueblo que les aúpa al escaño salvo cuando se aproximan las siguientes elecciones, como en el caso de ahora. Es entonces cuando esos políticos,  que nadie conoce ni de lejos, y que  han pasado toda la legislatura mirándose el ombligo en su escaño sólo condicionados a tener que votar como una piña  aquello que se les ordena por disciplina, se dejan ver en parques y plazas cada vez que el calendario señala una fiesta campestre. Y entonces cuentan en privado lo que no se atreven a decir en público. Es la única manera posible de continuar saliendo en la próxima lista, esa “foto” a la que hacía referencia Alfonso Guerra cuando era un engurrumido gusarapo; o sea, antes de sufrir una extraña metamorfosis y salir rana. Parecido a lo que le ocurrió a Felipe González, el hombre de la chaqueta de pana con olor a caries y al que, ahora, ¡lo que es la vida!, le aburre hasta la asistencia a los consejos de administración. Pues bien,  ese es el caso zaragozano de la “cincomarzada”, ahora que se aproximan las elecciones autonómicas, municipales, europeas y generales. Todo el ramillete de politicastros aparecerá (doy por hecho que aparecerá) como setas simpatizando con la plebe, con la única pretensión de intentar dilatar su poder personal el mayor tiempo posible. Los mítines en plazas de toros y amplios salones llegarán más tarde, cuando toque.  

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