Dice el refranero: “De marzo a la mitad la
golondrina viene y el tordo se va”. Hoy hace justo 100 años de que Ignacio Sánchez Mejías, aquella tarde de
esmeralda y oro, tomase la alternativa de su cuñado y desde entonces padrino, José Gómez Ortega, alias Gallito. Fue en la plaza de toros de Barcelona, donde
aquella tarde se lidiaron toros de la ganadería de Vicente Martínez, actuando de tercer espada Juan Belmonte. Gallito también sería el padrino de su confirmación
de alternativa un año más tarde, con toros con el hierro del mismo ganadero y,
ay, sólo un mes antes de muerte de Gallito, también conocido como Joselito, en Talavera de la Reina (Toledo) tras
ser corneado por “Bailaor”. El duelo
por su muerte en Sevilla llegó hasta el extremo de vestir a la Macarena de luto y a colocar crespones
negros en las dos columnas existentes en la Alameda de Hércules. La confirmación
de la alternativa tuvo lugar en Madrid, el 5 de abril de 1920. En aquella
ocasión completaba la terna Valerito.
Se contó con la presencia de Alfonso
XIII y de su consorte. También aquella tarde faltaban catorce años para que
Sánchez Mejías terminar de la misma manera que Gallito. Fue en la tarde del 11
de agosto de 1934 cuando Sánchez Mejías
sustituyó a Domingo Ortega
(convaleciente de un accidente de tráfico) en Manzanares (Ciudad Real). Un toro
de Ayala, de nombre “Granadino” le metió un viaje de órdago
en la ingle derecha nada más comenzar su faena de muleta. Murió dos días más
tarde a consecuencia de una gangrena gaseosa. Le acompañaban a pie aquella
malhadada tarde Armillita y Corrochano, y a caballo, el rejoneador
portugués Simao da Veiga. Armillita
tuvo que matar a ese toro de media estocada. Decía el parte médico: “Herida penetrante en la región
antero-interna del muslo derecho, de dirección ascendente y de unos doce
centímetros de profundidad. Pronóstico grave”. Existe un libro (Andrés Amorós y Antonio Fernández Torres, “Ignacio
Sánchez Mejías, el hombre de la Edad de Plata”, Almuzara, Córdoba, 2010)
muy interesante y riguroso, donde se recuerda que “en ocasiones, la muerte, en
una plaza de toros de pueblo, puede ser toda una victoria”. Vaya pues esta
milonga, como la de Jacinto Chiclana,
de José Luis Borges, a la que puso
música Astor Piazzola: “Entre las cosas hay una / de la que no se
arrepiente / nadie en la tierra. / Esa cosa / es haber sido valiente…”.
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