Ayer, viernes, daba cuenta de dos acontecimientos
dignos de destacar: uno que puede influir en la política tras los comicios del
próximo 28 de abril; y otro luctuoso y que a los aragoneses nos ha llenado de
consternación; o sea, la asignación del
cabeza de lista de VOX por Zaragoza, Pedro
Fernández, y el fallecimiento de Chesús
Bernal, fundador de Chunta Aragonesista. Pues bien, también transmitía lo
que contó José Blasco Ijazo cuando
el alcalde Antonio Candalija Uribe tuvo que salir a toda prisa huyendo de
Zaragoza camuflado con vestimenta de baturro camino de Andújar. Lo que dejé en
el tintero es que años más tarde, en 1876, con la Restauración, Candalija llegó
ostentar el cargo de gobernador civil de Valencia. Ese mismo año, el
Ayuntamiento de Zaragoza le nombró Hijo Adoptivo y en 1914 se puso nombre a una
calle que desemboca en la de Alfonso I y que hasta entonces se llamaba calle de
la Montera. Por asociación de ideas me vino a la memoria aquel banderillero de Juan Belmonte, Joaquín Miranda González, falangista y germanófilo que desde marzo
de 1938 hasta octubre de 1943 ocupó el cargo de gobernador civil de Huelva. Fue
sustituido por Heliodoro Fernández Canepa, aunque continuó en política como procurador en Cortes
y miembro del Consejo Nacional de FET y de las JONS. Pese a haber llegado a ser
presidente de la patronal sevillana de la Construcción, de haber controlado una
fábrica de su suegro, de haber sido un rico empresario y de haber recibido en
1944 la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, falleció en Sevilla en 1961 sumido
en la pobreza. Pues bien, siendo gobernador civil, Miranda tuvo que presidir un festival taurino benéfico
al que asistía Belmonte junto a un amigo versado en Tauromaquia; y que, viendo
en el palco presidencial al antiguo subalterno de Belmonte, le preguntó:”Don
Juan, ¿es verdad que este señor gobernador
ha sido banderillero suyo? Belmonte le contestó con un lacónico: “Sí”.
Pero el amigo insistió: “Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero de
Belmonte a gobernador?”. Y Belmonte, que era tartamudo, le contestó ya un poco
enfadado: “¿Po…po…po cómo va a sé? De…de…degenerando”. Por no extenderme, recomiendo la lectura de “La represión de la Masonería en la Provincia
de Huelva” (1936-1941), por Francisco
Espinosa Maestre (Universidad de Sevilla).
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