La isla de Taiwán, anteriormente conocida por
Formosa, recobró su soberanía tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra
Mundial y estuvo gobernada durante 26 años por Chiang Kai-shek, concretamente desde 1949 hasta el 5 de abril de
1975,fecha en la que estiró la pata y
que coincide con el día y mes de mi nacimiento. Por eso no se me olvida.
Puesbien, por aquellos pagos existe una
variada oferta de restaurantes temáticos, como acabo de leer en una hoja de
taco de calendario de los jesuitas de Bilbao. Así, en Taipéi se puede comer,
por ejemplo, en un restaurante que recrea una prisión,o en un hospital, o en la cabina de un
superjumbo A380,o en un cuarto de baño.
Lo que ya no conozco es en qué consistirán los respectivos menús que se ofertan
a los clientes. En el restaurante The
jailse sabe que al cliente se le
registra en la puerta como “recluso”, recibe ropa de preso (camisa y gorra de
rayas blancas y negras) y hasta puede llevar grilletes si así lo desea.
Seguidamente, al cliente se le hace la foto de rigor, se le asigna un número y
se le toma las huellas dactilares. Cumplidos esos requisitos,es conducido a unhabitáculo en forma de celda, con barrotes de
madera en la ventana y puerta deslizante, se sienta en una modesta mesa sin
mantel y espera a que un oriental le lleve la comida, que no sé en qué
consistirá. Solo faltaría que al cliente
le diesen un sashimi al estilo
japonés, o un sushi de pargo rojo,
que suele ser causa de brotes descontrolados de gastroenteritis. De ahí tendría
que pasar por fuerza (como a aquel tipo de Épila, en la vega del Jalón, que, en
1971, tuvieron que envolverle en plásticos para trasladarlo a Zaragoza
sospechando que tenía el cólera cuando sólo se había echado al coleto unas
ciruelas claudias) a otro restaurante, esta vez en forma de hospital, al más
excéntrico de todos, el “Modern Toilet”,
que, como decía, recrea un WC.; solo que en vez de seguir comiendo, como en el The jail, le tendrían que administrar
unas lavativas con un cocimiento antipútrido alcanforado de tamarindos. Con los
chinos nunca sabes a qué carta quedarte.
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