miércoles, 27 de marzo de 2019

Otros restoranes



La isla de Taiwán, anteriormente conocida por Formosa, recobró su soberanía tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial y estuvo gobernada durante 26 años por Chiang Kai-shek, concretamente desde 1949 hasta el 5 de abril de 1975,  fecha en la que estiró la pata y que coincide con el día y mes de mi nacimiento. Por eso no se me olvida. Pues  bien, por aquellos pagos existe una variada oferta de restaurantes temáticos, como acabo de leer en una hoja de taco de calendario de los jesuitas de Bilbao. Así, en Taipéi se puede comer, por ejemplo, en un restaurante que recrea una prisión,  o en un hospital, o en la cabina de un superjumbo A380,  o en un cuarto de baño. Lo que ya no conozco es en qué consistirán los respectivos menús que se ofertan a los clientes. En el restaurante The jail  se sabe que al cliente se le registra en la puerta como “recluso”, recibe ropa de preso (camisa y gorra de rayas blancas y negras) y hasta puede llevar grilletes si así lo desea. Seguidamente, al cliente se le hace la foto de rigor, se le asigna un número y se le toma las huellas dactilares. Cumplidos esos requisitos,  es conducido a un  habitáculo en forma de celda, con barrotes de madera en la ventana y puerta deslizante, se sienta en una modesta mesa sin mantel y espera a que un oriental le lleve la comida, que no sé en qué consistirá.  Solo faltaría que al cliente le diesen un sashimi al estilo japonés, o un sushi de pargo rojo, que suele ser causa de brotes descontrolados de gastroenteritis. De ahí tendría que pasar por fuerza (como a aquel tipo de Épila, en la vega del Jalón, que, en 1971, tuvieron que envolverle en plásticos para trasladarlo a Zaragoza sospechando que tenía el cólera cuando sólo se había echado al coleto unas ciruelas claudias) a otro restaurante, esta vez en forma de hospital, al más excéntrico de todos, el “Modern Toilet”, que, como decía, recrea un WC.; solo que en vez de seguir comiendo, como en el The jail, le tendrían que administrar unas lavativas con un cocimiento antipútrido alcanforado de tamarindos. Con los chinos nunca sabes a qué carta quedarte.

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