Hoy me
he desayuno con el ABC, un diario
conservador, católico y monárquico, donde suelo encontrar, aunque no siempre,
sesudos artículos de opinión que me suelen ayudar a reflexionar. Un lector debe
leer lo que cae en sus manos, sin pararse a pensar si el colaborador que lo
firma piensa de una manera o de otra. Distinto es que guste o no guste lo que
expone con más o menos acierto. Hoy quiero poner la lupa sobre un trabajo
firmado por Hermann Tertsch, “Cuentos que se pagan”, donde su autor da a entender quelos responsables del gran horror producido en
los trenes de cercanías madrileños aquel malhadado 11 de marzo de 2004 no
fueron obra -como él señala- de “ocho «pirados» marroquíes con unos cuantos
desgarramantas de la pequeña delincuencia los que coordinaron en la perfección
una cadena de atentados que tenían que helar el corazón y lo hicieron de una
nación milenaria como la española. Unos chorizos descerebrados no ejecutan con
ese virtuosismo de organización y desarrollo un atentado perfecto en su
terrorífica eficacia. Toda España sabe que es mentira. Pero no se dice”. Hermann
Tertsch no es precisamente santo de mi devoción, ni lo ha sido nunca, por sus
ideas reaccionarias. Pero no censuro que Vocento
le tenga entre la plantilla de colaboradores habituales en las páginas del diario
ABC, de la misma manera que nunca vi
con malos ojos que el diario ABC de Prensa Española, el ABC de los Luca de Tena,
el “ABC verdadero”, en palabras de Luis
María Anson, publicase artículos de opinión del sindicalista Marcelino Camacho. Lo que vale es lo
que se cuenta, no quién lo cuenta. Pues bien, hoy Tertsch se ha metido en un
jardín lleno de pinchos; o sea, en un berenjenal de padre y muy señor mío. Y
como lo que vale es lo que se cuenta, no puedo estar en más desacuerdo con él,
cuando afirma sin rigor que “aquel día se quiso cambiar la historia de España
con aquella matanza, y se consiguió. Que se quiso hacer volver a España a la
senda de la división, la debilidad exterior e interior y el fracaso político, y
se logró. Que se decidió crear de forma traumática unas condiciones para acabar
con el régimen constitucional de la Transición de 1978 y la Reconciliación
Nacional, y se hizo”. A ver, Tertsch, atrévase
y diga nombres y apellidos que los españoles desconozcamos y que estuviesen
compinchados en la trama. Sea valiente y tire de la manta. No tire la piedra y
esconda la mano. Si yo fuese Javier
Gómez Bermúdez, presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y
presidente y ponente del tribunal que
juzgó a Suárez Trashorras, al Chino y su banda, y al grupo de la yihad sentenciado y condenado por
aquellos atentados, estaría muy indignado porlo escrito hoy en ABC por
Hermann Tertsch. Poraclarar: Mowgly era el mote con el que Suárez
Trashorras conocía a Jamal Ahmidan,
alias El Chino. Y el “¡menuda la que armó
Mowgly!” fue lo que dijo Suárez Trashorras a Gabriel Montoya, el tipo que recibió la dinamita de la mina Conchita y que confesó: “Los moros
pagan con dinero y con hachís”. No quiero terminar sin recomendar a Tertsch el
ensayo de Javier Gómez Bermúdez, “No
destruirán nuestra libertad” ( Ed. Planeta) que resultó ganador en la III Edición del Premio De Hoy 2010. Leyendo
se aprende.
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