Recuerdo durante mis largas estancias en
Sevilla que observaba a los vencejos, a las golondrinas acharoladas y a los
aviones con el obispillo teñido de blanco volando sobre el Guadalquivir y como
flotando sobre un cielo muy esplendente y cerúleo, cada vez que atravesaba el
Puente de Triana para dirigirme a la oficina de la calle Imagen. Hace muchos
años ya desde mi última estancia por motivos laborales. No sé cómo estará
ahora. La imagino igual que entonces. Permanecerá, supongo, el balcón de la calle Velázquez, donde en la primera
planta del número 8 se asomaba entre visillos la dulce Lenona por ver pasar a su enamorado (ay, siempre esperó su regreso
tras su marcha) cada tarde camino del taller de Antonio Cabral Bejarano. No sé, todo muda de aires. Hasta la remembranza
se vuelve dispareja, como me sucedía viendo aquellas películas en “todd-AO” con objetivo de gran angular.
Los vencejos, las golondrinas y los aviones seguirán trenzando cabriolas sobre
un soplo de corriente en el ocaso, como si danzasen al ritmo de una armonía
como salida del atrio abacial de Santa Inés, donde las hermanas franciscanas
clarisas se encontraban a punto de irse a dormir cansadas de las retahílas de
gorigoris y de elaborar dulces para ayudar a sostener los gastos de un monasterio
del siglo XVII con el sosiego necesario y grandes dosis de dignidad. Sobre la reja del coro permanecerá el retrato de doña María Coronel y tras la tupida reja
del soto-coro seguirá la urna con su cuerpo incorrupto; y muy cerca, el órgano
de maese Pérez. En sus añosos hornos
se seguirán
cocinando exquisitos dulces: tortitas de aceite, cortadillos, bollitos de Santa Inés, magdalenas, roscos,
polvorones… Sevilla tiene luz. Sevilla luce aviones, golondrinas y
vencejos, que saludarán al viajero que acarree una abultada maleta en busca
pupilaje y, también, al que viva de milagro en el embrollo de una urbe donde
siempre le mirará esquiva la Giralda, que es como una doncella ataviada con faralaes, peineta de carey y caracolillo
sobre la frente, no sabemos a quién eternamente esperando.
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