viernes, 29 de marzo de 2019

La duda de los caracoles



Por  todos son sabidas las restricciones que impone la Iglesia Católica en lo que respecta al ayuno y abstinencia en época de Cuaresma, en la que no se puede consumir carne y sus derivados en determinadas fechas, entendiéndose como carne desde el siglo XVII todo tipo de carnes rojas, blancas, aves de corral, caza y, además, los alimentos cocinados con caldos de carne, de pollo, o de grasas animales, los huevos y los productos lácteos. En un consultorio realizado en el siglo citado sobre si los caracoles eran carne, tales moluscos se salvaron de la restricción. La razón era que la curia romana no lo tenía claro. Y para salir del atolladero, los purpurados dieron unas pautas: “No había que fijarse ni en su calor, ni en el color y abundancia de su sangre, ni en la piel, ni en el plumaje, ni en sus graznidos, ni en su vuelo, ni en su figura, ni en el colorido de la carne, ya que todo ello es apariencia y común a muchas especies”. Lo que se debía tener en cuenta era sólo la grasa. La grasa de los animales terrestres es una verdadera sustancia: en los pescados en cambio es aceite. De lo que se deduce que todos los volátiles acuáticos, cuyas carnes son aceitosas, pueden ingerirse sin reparo alguno los días de vigilia, incluyendo en ello a todo animal de sangre fría como la tortuga, la rana, el caracol, el castor y la nutria.” Quedaba claro, los caracoles no eran ni chicha ni limoná para los doctores de la Santa Madre Iglesia, los mismos que -según el catecismo de Astete- sabían responder. No entiendo lo del castor y la nutria. Que a mí me conste, ambos son mamíferos vertebrados de sangre caliente. El primero de ellos es un roedor, la segunda una carnívora mustélida.
-- Oiga, ¿y las ancas de rana?
-- Eso no sabría decirle…
-- ¿Y la carne de ballena?
--Tampoco, son cosas que mire usted… Hombre, si tiene bula, a comer y callar.
--Claro, claro.
El cura ecónomo de mi parroquia, don Arquinimo, aunque renquea por haberse caído de una banqueta limpiando la imagen de san Tarsicio, goza de buen apetito tanto para los sólidos como para los líquidos y suele decir que “lo que no mata, engorda”, que es una manera como otra cualquiera de salirse por la tangente.

No hay comentarios: